Hace unos días el autodenominado naturalista Luis Miguel Domínguez del colectivo Lobo Marley (supuesto defensor del lobo o eso dice) afirmaba en este periódico «que la Reserva de la Sierra de la Culebra debería convertirse en un santuario de cánidos y no un lugar para matarlos». Anteriormente este mismo colectivo, a través de las redes sociales, recaudó dinero para indultar a dos lobos de ser abatidos en los ya polémicos cupos de caza que la Junta de Castilla y León establece. En términos ecológicos, un santuario es un lugar donde la intervención de la especie humana solo se limita a fines científicos quedando fuera otras causas como la caza, el turismo o el aprovechamiento del ecosistema que engloba a la especie a proteger. De hecho ni el propio señor Domínguez podría entrar en su santuario porque no es un científico que pertenezca a ninguna institución de investigación pública española.

El problema de Lobo Marley es que va por libre en un tema que es demasiado sensible, como es el de la supervivencia de la especie del lobo ibérico («Canis lupus signatus»), o como se denomina a la variante ibérica del lobo gris («Canis lupus»), y su convivencia con el ser humano en las zonas donde cohabitan. Estas declaraciones de un «naturalista» a este periódico, no solo demuestran su desconocimiento del tema sino que, además, sus propuestas son totalmente erróneas y opuestas a lo que la ciencia actual propone. Además son contrarias a la normativa en preparación que la Unión Europea está redactando en base a lo que la ciencia establece para que el hombre y el lobo cohabiten con la mayor armonía posible, siendo la sierra de la Culebra, uno de los modelos a seguir en el resto de Europa.

Tan solo unos días antes de que Domínguez lanzase su proyecto del santuario, la prestigiosa revista «Science» publicaba el artículo más importante y completo de toda la historia acerca de la recuperación de los grandes carnívoros europeos (oso, lobo, lince y glotón) en las zonas abiertas dominadas por el hombre (http://www.sciencemag.org/content/346/6216/1517.full.html). Esta investigación que está cofinanciada por la Unión Europea (European Commission contract 070307/2012/629085/SER/B3.), ha realizado un trabajo de campo de varios años y además ha revisado 254 trabajos científicos anteriores. La publicación ha sido liderada por el profesor Guillaume Chapron del Departamento de Ecología y Ciencias Agrarias en la estación para la investigación de vida salvaje «Grimsö» en Riddarhyttan, Suecia. Además participan otros 75 científicos de 54 instituciones diferentes de 17 países europeos entre los que destaca como coautor principal el científico español José Vicente López-Bao, especialista en lince («Lynx pardinus») asociado al mismo instituto sueco e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en la Universidad de Oviedo. Este trabajo concluye con esta frase: «The European situation reveals that large carnivores and people can share the same landscape» que viene a decir que el lobo y el hombre pueden compartir el mismo espacio y que además el lobo solo puede sobrevivir cohabitando con el hombre. Ya solo el título tira por tierra las tesis del santuario lobero planteadas por Lobo Marley. Pero no solo es esta la conclusión que se puede sacar revisando el monumental trabajo de Chapron. Entre muchas otras, apunta que la intervención humana, como se ha venido haciendo durante miles de años, es fundamental para que el lobo, como depredador, sobreviva.

Un breve repaso de lo que es el lobo en Europa y en la península ibérica. El lobo lleva conviviendo con la especie humana en Europa alrededor de 30.000 años, tiempo en el que se ha adaptado a su presencia. En España, debido a la gran depresión que supuso la guerra civil y al aumento de la demografía en las zonas rurales, el lobo rozó la desaparición total quedando dos reductos uno en sierra Morena y otro en nuestra sierra de la Culebra. La mágica aparición del gran Félix Rodríguez de la Fuente puso el freno a la extinción y entre cambios en la legislación y una conciencia social más comprometida con la naturaleza, hizo que el lobo no solo no desapareciese, sino que comenzase, con sus más y sus menos, su proceso de expansión y recolonización de nuevos territorios.

Centrándonos en lo que es hoy en día el lobo, si bien en toda Europa hay varios grupos incluidos los de sierra Morena y los del noroeste español, todos se encuentran aislados entre sí. De hecho el núcleo de sierra Morena con una sola manada puede considerarse extinto (según Chapron). Nuestro grupo del núcleo del noroeste está compuesto por un número indeterminado de manadas y unos 2500 ejemplares, una densidad 5 veces mayor que en los años 70. También se ha estimado que las zonas loberas donde el lobo se reproduce, sin contar otras zonas con lobos solitarios, están todas en áreas con una densidad demográfica humana media de unas 50 personas por kilómetro cuadrado. Por otro lado, donde el ser humano está ausente del territorio, el lobo no es capaz de reproducirse (para más información consultar material suplementario del artículo de Chaprón). Por tanto no es difícil concluir que para su supervivencia, el lobo como especie, necesita presencia e intervención humana y no de un santuario como platea Lobo Marley.

¿Qué quiere decir que el lobo necesita de la intervención humana? El lobo es un depredador cuyo único depredador por encima es el hombre. Esto indica, que si el hombre no hubiese depredado al lobo durante los últimos 30.000 años, el lobo literalmente hubiese desaparecido o sería otra cosa. Nota: depredación en biología no significa extinción, sino todo lo contrario y una cosa no conlleva a la otra.

En la actualidad en el noroeste español se intuye un ligero exceso de ejemplares, que han quintuplicado su población durante los últimos 30 años (estos son datos científicos y estadísticos del último censo publicado el 19 de diciembre del 2014 y que jamás deben malinterpretarse con otro propósito). Además, el territorio, con presencia de manadas reproductoras estables, se ha duplicado respecto a los años 70 hasta un total de unos 120.000 kilómetros cuadrados en el noroeste peninsular. Esto indica que el lobo se está reproduciendo a un ritmo adecuado y ha colonizado en pocos años nuevos territorios lo cual demuestra que no se le está exterminando, por parte de los habitantes de la sierra de la Culebra, como hasta la absurdez repite Luis Miguel Domínguez. El hallazgo de lobos errantes fuera de estas manadas y territorios, indica claramente un proceso de expansión fuera de los territorios convencionales hacia otras zonas. Por tanto el lobo no solo está «bien vivo», sino que además coleando y con el rabo bien alto y no entre las piernas como cansinamente repite y repite hasta la saciedad el señor Domínguez. El viejo truco de repetir varias veces la misma mentira hasta que se convierta en verdad, no puede prevalecer esta vez. Por otro lado, se insiste continuamente que la política portuguesa, menos intervencionista y más conservacionista, es el ejemplo que debería seguir España. Según el estudio mencionado anteriormente, en Portugal desde los años 70 hasta ahora, el lobo ha desaparecido al sur del Duero, y si bien ha duplicado en número de ejemplares en el norte, todos están en contacto con las poblaciones españolas en la zonas de la Raya, lo que indica que el lobo se expande de España a Portugal y no lo contrario. Es decir, el modelo portugués no es adecuado y debe ser revisado con urgencia porque el lobo en España, como se ha mencionado anteriormente, se encuentra en expansión y en Portugal en retroceso.

Algo que a la mayoría de los ecologistas y naturalistas no científicos se les olvida, no se si intencionadamente o por desconocimiento, es que el principal peligro del lobo ibérico no es una bala o una trampa, sino la endogamia o consanguinidad. Todos los individuos del noroeste español, descienden de unas pocas manadas que sobrevivieron en los años setenta en la sierra de la Culebra. Desde el punto de vista genético y si el hombre no interviene, el lobo puede considerarse un especie extinta o con muy poca probabilidad de sobrevivir a largo plazo.

La genética se ha convertido en una ciencia que ronda la exactitud, de hecho puede demostrar un test de paternidad, anticipar una malformación en el feto o predecir una metástasis tumoral. La genética de poblaciones va más allá y nos permite predecir cual a va ser la probabilidad de que una especie, por ejemplo se extinga. Aún con 2500 lobos, todos los individuos presentan series alélicas similares o lo que vulgarmente se conoce como «primos hermanos».

De forma muy resumida que cualquiera lo pueda entender y usaré la ley de Hardy-Weinberg que resume a una ecuación la genética de poblaciones. Para evitar la consanguinidad y aumentar la variabilidad genética todas las especies, incluida la nuestra, recurren a cuatro estrategias biológicas fundamentales: 1, la mutación; 2, la migración; 3, la deriva génica y 4, la selección. La mutación se traduce en cambios aleatorios que se producen en los genes y que pueden ocurrir en escalas de cientos a miles de años por tanto no detectable a escala temporal humana.

La migración no se da, debido a que la población ibérica esta totalmente aislada del resto de poblaciones europeas. Se podrían introducir individuos de otras latitudes, que al cruzarse con individuos locales aumentaría la variabilidad genética y por tanto mejorarían la especie, pero a la vez tienen inmunizaciones diferentes y podría ser peor el remedio que la enfermedad. Desde el punto de vista ecológico sería una aberración.

En tercer lugar, la deriva génica, que es un efecto acumulativo en el ADN que se transmite durante muchas generaciones y que podría ser evaluado en un rango de décadas a centurias, pero no a escala humana. En cuarto lugar, la selección natural que, a falta de las tres anteriores, es el único factor medible subjetivamente en tiempo real. La selección natural es un concepto puro y duro darwinista, es decir la supervivencia del más fuerte. En el caso del lobo, sin depredadores naturales por encima de él, la selección natural tampoco es efectiva y más cuando soporta una densidad mayor de lo normal. Con 2500 lobos en el noroeste español, reproduciéndose muy rápido, algunos comiendo en los vertederos y sin depredadores, el fin del lobo como especie en España está a la vuelta de la esquina. Si el hombre no puede intervenir ni en la mutación, ni en la migración, ni en la deriva génica, solo nos queda la selección natural como único factor para la intervención humana, ni más ni menos que lo que se ha venido haciendo durante los últimos 30.000 años. Sí, el número de lobos tiene que ser controlado con criterios genéticos y únicamente bajo control científico para fomentar la supervivencia de los individuos más fuertes que den continuidad a la especie. Esto no es nuevo, ya lo postuló Darwin. Por tanto a estas alturas no solo es necesario un censo de individuos, sino un censo genético de las manadas y acorde a esto proceder a su control siguiendo criterios y protocolos estrictamente científicos. Aquí está la raíz del problema. Los grandes científicos en ecología, zoología, etología y biología animal de España han tenido que abandonar el país y los pocos que quedan están amordazados por toda una plaga de pseudocientíficos y «enteraos» que bajo amenazas boicotean las investigaciones serias que se han intentado realizar en el tema de la convivencia lobo-humano. En el tema del lobo, se ha instalado la inquisición con la que grupos fundamentalistas como Lobo Marley, aplastan a cualquier científico español que tenga algo que decir.

Por otro lado se necesita acabar de una vez con el furtivismo y tanto las cazas autorizadas como los cupos anuales tienen que seguir protocolos muy estrictos. La Junta no puede tener competencia sobre el lobo que debería pasar a competencia europea exclusivamente, ya que es una especie que por ejemplo en la zona de la Raya coexiste en dos países distintos, con dos normativas totalmente diferentes (incluso opuestas) y de la misma manera entre comunidades autónomas. Una normativa paneuropea (ya está en preparación basada en el estudio mencionado anteriormente) tiene que proteger no solo al lobo, sino a los territorios y a los habitantes que interaccionan entre sí. Los criterios de selección y caza de los individuos deberían obedecer única y exclusivamente a criterios científicos y bajo protocolos estrictamente establecidos donde se valore la interacción lobo humano sin que ninguno pierda. Vivimos en una era de la comunicación y en las redes sociales una mala foto de un lobo muerto en una batida o la de un madrileño cazando un trofeo cánido del cupo de la Junta da la vuelta al mundo en minutos perpetuando la imagen de la España profunda. Hoy en día hacer una subasta de lobos a abatir es anacrónico en el contexto europeo y se deben emplear otros métodos, insisto, exclusivamente basados en la ciencia. El dinero que los municipios reciben de las subastas del lobo (hablo solo del lobo, no de otras especies) es calderilla que no va a ningún lado comparado con la mala imagen y la distorsión que producen los grupos radicales y evitar la confrontación es fundamental. Los ganaderos, cazadores, habitantes y sus representantes políticos así como los empresarios, los hosteleros etc. de las zonas se tienen que sentar con los científicos que saben de verdad del tema para encontrar soluciones que satisfagan a todos y sobre todo no perjudiquen al lobo. Los ecologistas o naturalistas comprometidos podrán asesorar, divulgar o estudiar la naturaleza pero jamás imponer sus criterios absolutistas. Los grupos de ecologistas radicales (hay ecologistas y naturalistas muy profesionales y comprometidos y no tengo que dar más explicación) deberían entender que sus acciones para nada ayudan a mantener a la especie. Que manipulando y tergiversando la información en las redes sociales se cae en el error de hacer creer a muchas personas inocentes que lo que es bueno para el lobo, es justo lo que lo va a destruir, haciéndolos por tanto cómplices.

Los zamoranos tenemos que entender que el lobo es nuestro patrimonio genético más importante y que lleva interactuando con nosotros mas de 30.000 años y estamos tan ligados a él como él a nosotros. Además los zamoranos somos los únicos en España que podemos decir orgullos que si el lobo hoy está vivo es gracias a nosotros. Entre todos hemos evitado su extinción y obra nuestra es su recuperación y expansión a otros territorios y qué lejos de que se nos tilde de asesinos, se reconozca internacionalmente nuestra labor además de ser tomado, nuestro modelo sostenible con nuestro amado enemigo, como ejemplo. La supervivencia del lobo es nuestra seña de identidad desde siglos y no la vamos a perder ahora. La supervivencia del lobo es y está en nuestra supervivencia.