A la de Alfredo Pérez Rubalcaba y Alfonso Guerra se sumará, pero de aquí a dos años, la marcha de Cándido Méndez, que se va pero se queda. El secretario general de UGT tiene intención de retirarse un año antes de que termine su mandado. Pero es que su mandato expira en 2017, cuando cumpla 23 años al frente del sindicato socialista. O sea, tiene que acabar el catorce que ya cuenta sus semanas finales, todo el quince y en el dieciséis se irá. Pero es que hasta 2016 pueden pasar muchas cosas.

Cuando se anuncia una marcha tiene que ser con fecha de caducidad inmediata como hizo Rubalcaba o más recientemente Guerra. No se puede fiar tan largo. So pena que el señor Méndez espere que escampe y así continuar veintitrés añicos más. Todo es posible en la España actual. Cándido Méndez se tiene que ir, si es que por fin se va, abochornado por la pérdida de afiliación, las corrupciones y corruptelas en el sindicato andaluz y la incapacidad manifiesta de adecuarse a las nuevas condiciones laborales y a los retos que marca la globalización.

No sé si la solución de UGT estará en la marcha a largo plazo del señor Méndez. No sé si con su relevo se acabarán los problemas por los que el sindicato atraviesa. Lo que sí sé es que lo que actualmente está en tela de juicio es el modelo sindical en su totalidad. Un modelo obsoleto. Un modelo que no funciona y es en exceso dependiente de la financiación pública a lo que hay que añadir la perennidad de sus delegados. Debieran acortar los mandatos para evitar lo que hasta ahora está siendo inevitable.

Hay que cambiar nombres y caras en la dirección del sindicato ugetista, es decir, debe producirse el más que necesario relevo generacional, pero también y de forma más urgente debe producirse el más que necesario cambio de modelo sindical. Porque los cursos de formación que tantas pillerías pagaron, el más que dudoso comportamiento de sus representantes en las cajas de ahorro, las facturas falsas y demás episodios han hecho un daño, que ojalá no sea irreparable, a la credibilidad que pudiera gozar el sindicalismo español. La recuperación, de producirse, será lenta y nadie puede asegurar a día de hoy que aquella credibilidad de antaño vuelva por sus fueros hogaño.

Mientras Cándido Méndez permanezca es posible que nada de lo que el sindicato necesita de forma urgente se produzca. Por eso causa hilaridad el anuncio de una marcha que se producirá en el tiempo y que pone de manifiesto el arraigo de los mandos a sus sillones oficiales que tanto gustan de calentar y que una vez calientes no quieren abandonar. Dejar de estar en la pomada resulta incluso doloroso para algunos. Dejar de ser la voz que reivindica, la presencia que preside la manifestación tiene que ser duro, de ahí la falta de apego a cambiar cuando faltan las ideas y, sobre todo, cuando faltan las ilusiones y los proyectos de futuro.