Santa Bonifacia ha salido a la calle y desde el día 21 de noviembre en una plazuela cercana al colegio su figura estará presente en su tierra y en su ciudad, Salamanca, de donde partió cargada de ilusión y de una fe ciega en su trabajo adornado con ese amor que puso siempre, en cada día de su vida y de su obra en unos momentos en los que corrían vientos fríos de tormentas.

Aislándose en sí misma buscó la paz y el sosiego que necesitaba para desarrollar y poner en práctica su sueño de trabajo, fe y amor. Lo buscó acogiéndose a las murallas de la vieja ciudad del Romancero, en la que dejó marcado un itinerario digno de señalarse con letras de oro, desde la calle del Medio a la de Orejones sin olvidar el estrecho paso del Arcipreste y la Casita de Nazaret por terminar entre Orejones y La Reina donde se definió y fijó definitivamente su programa dedicado a la mujer trabajadora en aquellos finales de siglo inquietantes, llenos de hondas preocupaciones sociales.

Volvió a su tierra envuelta en la túnica del cariño de su obra en marcha y hoy desde aquí se recibe con alegría la noticia de su encuentro con la calle, por donde sin duda tantas y tantas veces pasó, acaso soñando con llevar a la práctica la siembra de sus ideas.

Ella sigue vigilando desde lo alto. Gracias, santa Bonifacia.