Desde que comenzó el asunto, tan importante y espinoso, sobre la propuesta independencia de Cataluña, comencé a rumiar la necesidad y conveniencia de que el señor presidente del Gobierno de España convocara un referéndum a nivel estatal. Pero no me he decidido a manifestarlo temiendo que fuera una ocurrencia mía descabellada y peregrina. Ahora, después de ver publicada en un periódico de tirada nacional la opinión autorizada de don Ignacio Camuñas, ministro que fue de Relaciones con las Cortes, que sugiere esa idea, me atrevo a airear mi ocurrencia, aludiendo a las razones que estimo a favor de mi humilde opinión. Como siempre, estoy seguro de que las presentadas no serán las únicas razones; y que mentes más competentes que la mía podrán argüir con mayor consistencia a favor de la misma tesis. Y también habrá muchas personas que aseveren lo contrario a mi propuesta. Pero, obviados los preámbulos, voy con mis razones:

En relación con el asunto mencionado y con otros, se ha hablado mucho y por muchas personas de la "soberanía residente en todo el pueblo español". Y es uno de los más valiosos argumentos, ya que está íntimamente ligada al concepto de democracia. Esta es "el gobierno del pueblo". Pero en nuestra España la presencia del pueblo en ese gobierno queda reducida, en la práctica, a votar cada cuatro años decidiendo quién queremos que nos gobierne. Y, realizada la votación, el Gobierno se erige en una especie de dictador, dejando al pueblo a un lado y sometido a todo lo que emane de ese poder superior. Creo que, en una verdadera democracia, el Pueblo debe poder decidir, de una manera expresa, en todos los asuntos de importancia capital. Y es capital, como aparece ya al principio de nuestra Constitución, el concepto y la realidad de la "unidad" de toda la "geografía española". En consecuencia, no está bien "cacarear" tanto la palabra "soberanía que reside en todo el pueblo español" y, en la práctica, sustituir esa totalidad del pueblo por la pequeña representación del pueblo que se sienta en los escaños de la "bancada" azul.

La oportunidad del referéndum propuesto se cae por su peso. El señor presidente se adelantaría a cualquier actuación que esté meditando ahora la Generalitat de Cataluña. Si todo el pueblo español, en virtud de su soberanía, vota en referéndum a favor de la unidad, cualquier tentativa a favor de la disgregación quedaba invalidada por decisión del pueblo soberano. No ocurriría lo que ahora ha acontecido con los "recursos" presentados por el Gobierno contra decisiones de la corriente secesionista catalana. Esta vez el Gobierno habría sido previsor y no llegaría tarde.

Tampoco es necesario que el referéndum propuesto ataque expresamente al secesionismo catalán. La pregunta sometida al referéndum debería ser general. Por ejemplo con un sentido parecido a esto: "¿Admite usted como válida y legítima cualquier actuación que se oponga a la unidad indivisible de España, propuesta por cualquier comunidad autónoma o entidad inferior a la misma? Con esto se evitaría lo que pueda suceder en Cataluña a lo que ya ha ocurrido; y, también, se adelantaría la negativa del pueblo español a lo que, sin duda, ocurrirá con alguna otra comunidad, si lo de Cataluña obtiene alguna otra ventaja, sobre el haber realizado la "consulta" del 9N.

Si, además, se publica la observación que el no significa un amor inquebrantable hacia todas las partes de la amada España, se opondría un argumento irrebatible contra la peregrina idea de que el resto de España alimenta cierta enemistad contra cualquiera de las comunidades o ciudades autónomas existentes. Solo serían "enemigos" de los disidentes los que votaran sí en el referéndum.

Con estas líneas, tal vez desafortunadas, solo deseo que quede abierta la controversia sobre la posibilidad de un referéndum nacional, contrario a quebrar la unicidad de la amada España.