La situación en Cataluña ha llegado a extremos alarmantes. Por encima de los resultados concretos de la pseudoconsulta bananera del 9N, está el innegable auge del independentismo, el silencio y casi olvido de los no secesionistas (o españolistas), el riesgo claro de fractura social interna y el alejamiento afectivo y real con el resto del país. ¿Cómo se ha llegado a esto si hace pocos años apenas había independentistas en Cataluña y ningún partido, salvo el entonces muy minoritario ERC, apostaba por la ruptura con España? La respuesta es muy compleja, pero, sin duda, han contribuido a ello maniobras torticeras y errores de bulto cometidos en los últimos años por todos: desde el mesianismo de Mas al dontancredismo de Rajoy; desde la ingenuidad de un ZP que creyó que la reforma estatutaria frenaría a los nacionalistas a la falacia esgrimida por convergentes y republicanos en torno al tristemente famoso "España nos roba"; desde aquella nefasta campaña anticatalana del PP hasta la ambigüedad del PSC, antaño mayoritario y hoy en declive; desde la utilización descarada y la manipulación rastrera de los medios públicos catalanes a favor del separatismo hasta el mutismo y la casi invisibilidad de quienes se sienten españoles y no quieren la fractura; desde el aprovechamiento de la crisis y sus terribles efectos para cargar contra el Estado (como si la Generalitat no fuera Estado) hasta anunciar que con una Cataluña libre se acabarían el paro, los desahucios, los despidos y todos allí serían ya más ricos, más altos, más guapos y más rubios?

La retahíla de fallos sería casi interminable, pero tras el 9N y sus secuelas, quizás lo más importante sea buscar respuestas a las dos preguntas que encabezan estas líneas: ahora, ¿qué?; y los demás, ¿qué? Está claro que la complejidad de la situación exige salidas y no más oscuridad en los túneles. Por eso me parece muy loable la iniciativa emprendida por varias personalidades que el pasado miércoles publicaron en "El País" un artículo-manifiesto titulado "Nos preocupa Cataluña porque la queremos". Entre los diez firmantes, se encuentran el zamorano Demetrio Madrid, primer presidente de la Junta de Castilla y León; el abulense Carlos Sánchez-Reyes, expresidente de las Cortes regionales; el segoviano y exministro Rafael Calvo Ortega; el sacerdote y gran intelectual salmantino José María Martín Patino y el sindicalista Julián Ariza, candidato varias veces al Congreso por el PCE en Valladolid. Hago hincapié en estos nombres porque da la impresión de que han tenido que ser gentes de los llamados viejos reinos las que hayan iniciado un movimiento ciudadano para llamar la atención sobre un problema gravísimo y sobre la necesidad de buscar, y hallar, soluciones dentro del ámbito de la política, que es tanto como decir el diálogo, el consenso, el pacto.

Ignoro el alcance que tendrá esta iniciativa, pero creo que merece la pena sumarse a ella y apoyarla, porque, en cuestión tan espinosa como la que se está desarrollando en Cataluña, ¿qué estamos haciendo los demás?, ¿no es verdad que hemos dejado, y seguimos dejando, demasiado solos a los millones de catalanes que no desean la independencia?, ¿qué les estamos trasmitiendo desde aquí y desde el resto de España?, ¿que nos da igual lo que pase, que es un problema suyo, que se vengan si no están a gusto?, ¿que ya se arreglará por las buenas o por las malas?

En Cataluña residen miles de castellano-leoneses, andaluces, extremeños, gallegos, etc. de varias generaciones. Algunos están plenamente asimilados y tienen su vida allí; otros continúan añorando su tierra. A bastantes de ellos los he oído este verano quejarse del desamparo en que se hallan. Mientras los independentistas organizan mítines, conferencias, congresos y demás para reforzar sus posturas, los españolistas carecen de voz. ¿Cuántos cargos o responsables de PP y PSOE han ido a Cataluña a explicar a la gente, a su gente, los riesgos de la separación, el desastre económico y social que supondría?, ¿cuántos a tenderles la mano, a comprometerse a pelear por ellos, a convencerles de que la situación actual es infinitamente mejor que una ruptura?

Hace días vi una foto de Oriol Junqueras dando un mitin a universitarios. Sentí envidia sana. No por Junqueras ni por lo que dijo, sino por el hecho en sí. Él hace a diario proselitismo; los que defienden lo contrario están callados. ¡Cuánto me gustaría ver a Herrera o a cualquier consejero, presidente de Diputación o alcalde reunirse con nuestros paisanos de allí para solidarizarse y para insistir, con argumentos, en que juntos, mejor! Sería faena de puerta grande porque, repito, la situación en Cataluña es alarmante. Y el problema nos atañe a todos, como bien refleja el texto de Demetrio Madrid, Sánchez-Reyes, Calvo Ortega y demás. Y, por tanto, es responsabilidad de todos que no caiga en saco roto.