Ocurre en numerosas facetas de la vida: los hombres somos casi todos personas contradictorias en nuestros comportamientos con relación a nuestro pensamiento, incluso cuando este se halla muy arraigado. Pero en estos tiempos azarosos en los que nos ha tocado vivir parece que se ha agudizado esta tendencia, no solo en la juventud -esa edad en la que es más frecuente y, por tanto más comprensible, es la volubilidad. También los mayores -por propio interés o por ceder a la apariencia de saber "contemporizar" con nuestros jóvenes- incurrimos en esos comportamientos que muchas veces no se corresponden con creencias o convicciones de muchos años. Un ejemplo de esta coincidencia entre menores y mayores lo hemos experimentado los que en alguna ocasión hemos debido mantener la vigencia de uniforme en el atuendo de estudiantes: si bien, pasado algún tiempo, las madres y los jóvenes se han alegrado de la imposición en la vestimenta, al principio han despotricado sobre la medida adoptada por el centro abominando del "uniforme". Y, habiendo sufrido ese rechazo, hemos comprobado que todos esos estudiantes habían adoptado "uniformemente" una manera de vestir que ni siquiera respondía a la costumbre del país: todos ellos (y ellas) aparecían vestidos con ropa típicamente extranjera, de un lejano país. Ellos la llevaban y sus padres se las compraban.

Lo más llamativo, quizá de esta situación puntual y no de mucha importancia es que -como muy frecuente en este país- el "uniforme" era copiado de un mundo al que se prodigaba una especie de aborrecimiento general. Las prendas utilizadas estaban copiadas de las películas del Oeste en las que los protagonistas suelen ser "vaqueros". Este mimetismo se ha agudizado ahora por efecto del turismo y del gran antagonismo existente siempre entre el coloso del Este y el todopoderoso imperio del Oeste; entonces las miradas de admiración se dirigían a Rusia; hoy este enorme país goza del repudio y Estados Unidos disfruta de la ambicionada admiración. No es extraño, pues, que la vida nacional española, entre la juventud y la madurez miméticas, se mira en países del ámbito anglosajón y se ha llegado a copiarlos en actitudes aberrantes llegando hasta peligrosísimos extremos.

Especialmente lo hemos advertido -y sufrido- en este Madrid, que quiere vivir del turismo, durante estos días en los que dedicamos nuestro doloroso recuerdo al funesto acontecimiento ocurrido en el lugar de ocio Arenas. Las cinco muertes lloradas hace dos años están presentes en la memoria de toda España; pero especialmente en la ciudad donde ocurrieron. La Justicia, con esa lentitud que la caracteriza, no ha abandonado tal asunto; pero todavía no ha llegado a resultados tangibles. Y las autoridades madrileñas, a pesar de los ataques que han sufrido, no escarmientan y siguen permitiendo acontecimientos que pueden llegar a resultados tan escalofriantes -o más- como el aplastamiento de aquellas incautas jovencitas. Los que "disfrutamos" del festivo Lavapiés hemos vivido las semanas pasadas nuestra principal calle atascada, no solo en sus espaciosas -así deberían estar- aceras, sino en la totalidad de la calzada. Esa locura nos hace pensar en lo que ocurriría si algún loco tuviera la ocurrencia de hartarse del ruido espantoso, que duraba hasta horas avanzadas de la madrugada, y hubiera disparado algún tiro de escopeta, aunque fuera "al aire". El atropello subsiguiente ocasionaría un número de víctimas que dejaría "tamañico" al del lugar de ocio denominado "Arenas" -y ahora ya es suficiente ese nombre-.

La "luctuosa sustitución" consiste en poner el ahora tan mencionado "halloween" en el lugar que antes ocupaba aquella piadosa tradición -al menos en los pueblos de nuestra amada Zamora-, que consistía en hacer durar el "redoble" de las campanas para recordar a todos los difuntos y en especial a los habitantes de aquellos pueblos que nos habían dejado aquel año y los anteriores. Esa tradición se ha sustituido por esta "carnavalada" importada, transformada en fiesta multitudinaria, que ha conducido al luto (por ahora singular) del llorado "Arenas" de hace dos años.