Acaba de morir, a los 93 años de edad, Ben Bradlee. El periodista que logró convertir "The Washington Post" en un modelo de la prensa. Su historia profesional es suficientemente conocida. El cine se encargó de reflejarla, en 1976, en la que es sin duda la mejor película jamás filmada sobre lo que el periodismo es y representa, "Todos los hombres del presidente", de Alan J. Kapula.

La hazaña de dos reporteros desconocidos, novatos, Bernstein y Woodward, a los que Bradlee apoyó a costa de todo. Hasta que al final, por primera vez en los 238 años de historia de los Estados Unidos, un presidente se veía obligado a dimitir por informaciones investigadas, confirmadas, publicadas en las primeras de un medio escrito. El mítico Post.

Surge aquí, pues, la pregunta. ¿Medios de comunicación, un cuarto poder?...

Lo que viene sucediendo en nuestro país es, permítaseme la opinión, suficientemente significativo; digno de un estudio serio, profundo, meditado.

¿Qué es lo que ocurre para que un día sí y otro también sean los medios de uno u otro signo los que decidan en sus primeras páginas o índices de informativos televisivos lo que interesa, obsesiona, entretiene, afecta, en definitiva, debe preocupar u ocupar a lectores o televidentes?

¿Debe ser el ébola y su presunto tratamiento desastroso?, ¿o la supuesta independencia de una parte del país y el galimatías con el que políticos de extraño pedigrí se enfrentan cada vez más incompresible, incompetentemente, los unos y los otros?

¿O acaso sea la exclusiva un chiquilicuatre y sus fotos o selfis, consiguiendo engañar estúpidamente a personajes de tres al cuarto teóricamente avezados políticos o empresarios de primera fila?...

¡Qué decir en cuanto al postrer descubrimiento: la ínclita, sempiterna corrupción! "Prensa de investigación", la llaman, a la que se dedican en cuerpo y alma periodistas que, en curiosa y ficticia imitación de los incomparables Bernstein y Woodward ¡van por parejas!, pretendiendo pasar a la posteridad de la industria tras su propósito de derribar uno u otro Gobierno. Confieso por ello mi perplejidad en lo absurdo, zafio de la pretenciosa copia de lo logrado por sus colegas del Post.

Industria. Medios clásicos de comunicación; ¿una industria en vías de desaparición?

Personalmente me niego a aceptarlo como hecho consumado.

De acuerdo en que la competencia es brutal, prácticamente imbatible. Internet. Periódicos gratuitos en la Red.

Pero sucede que los que durante años hemos disfrutado con el auténtico, único placer en parte intelectual, en parte informativo e incluso instructivo de pasar las páginas de diarios como "LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA" para conocer y debatir sobre lo que nos afecta a diario, a nuestra íntima, próxima realidad vital, no virtual, nunca vamos a renunciar a algo que se nos antoja auténtico. Insisto, nunca virtual.

Lo que siempre fue instrumento escrito fundamental para nuestro día a día. También las imágenes de unos canales televisivos, por cierto, cada vez más lamentablemente dirigidos, burdamente enfocados desde perspectivas partidistas.

Medios indispensables para nuestro propio existir y la comunicación entre conciudadanos. A todos los niveles. Estimo que en la objetividad debería residir la indudable transcendencia y razón de ser de ese teórico "cuarto poder".

De esta forma no necesitaremos, ni, en definitiva, nos engañaran con primeras virtuales de noticiarios digitales, de apertura de telediarios que obedecen, es mi opinión, a esa necesidad cada día más compleja de vender ejemplares; de ser los primeros en el maldito "share". Mucho más que a la debida profesionalidad de auténticos comunicadores.

Ben Bradley, Bernstein o Woodward. Un ejemplo.

Jesús Pertejo (Madrid)