Juan Ramón Rallo es un abogado y economista español dirige un Instituto de Estudios Económicos, ha publicado 10 libros y colaborado en unos cuantos más. Un hombre brillante con dos problemas.

Brillante y con treinta años, es imposible que no diga las cosas tal y como las piensa. Eso sí, dice lo que piensa, que no es lo mismo que decir lo que se le ocurre. Estos últimos gustan más.

El segundo problema será más difícil que cure con los años. Se trata de un seguidor de la Escuela Austriaca de la Economía. Un economista "liberal". Lo cual es difícilmente perdonable por mucho que titulara una de sus obras, escrita con Carlos Rodríguez Braun, "El liberalismo no es pecado".

Por eso acaba de ser vetado en Televisión Española donde, contratado como colaborador en una sección del programa de Mariló Montero, tras su primera participación, un escrito sectario de quienes imponen qué ideologías son válidas y cuáles deben ser gaseadas, en este caso agrupados bajo las siglas de UGT, exigía en vomitivo tono su despido.

No está el problema en la carta del sindicato que, según dicen, ha robado más de cien millones de euros a los parados de Andalucía. Está en la dirección de Televisión Española, designada por el gobierno con mayoría absoluta del Partido Popular. Es el Partido Popular quien veta, por razones ideológicas, a un economista liberal. Quien censura unas ideas que con mayor o menor flexibilidad son las suyas. O eso creíamos algunos. No menos legítimas como las socialdemócratas provenientes del marxismo o el marxismo de nuevo emergente, que nadie censura.

En el PP llevan lustros convenciéndonos de que terminó la era de las ideas, murieron las ideologías, ya solo rige el pragmatismo. Es la teoría de Arriola de que los ciudadanos votamos solo en función de la cartera. Posiblemente un caso clínico de extrapolación a los demás de lo que uno ve en sí mismo. La teoría del "hacemos lo único que se puede hacer". De la cual el ciudadano desprende que si es lo único que se puede hacer, qué más ha de dar que lo hagan unos u otros.

En ese feliz pastel estábamos hasta que llegó desde la izquierda de la izquierda el huracán. Un equipo de gente inteligente, lista, preparada y con una idea clara. Quieren el poder. Y van camino de conseguirlo.

Imponer la censura, y no es el primer caso, a quien no le toca la lira al Gobierno pero divulga las ideas y las razones que demuestran por qué los caudillos de Podemos están equivocados o quieren equivocarnos, permite un limbo de momentánea tranquilidad, pero la desmovilización nunca ha servido para frenar una invasión. A las ideas hay que combatirlas con las ideas.

El problema hoy, es que mientras unos van penetrando la sociedad a ras de suelo, otros están demasiado encumbrados como para alcanzar a ver lo que pasa aquí abajo. Cada vez pinta peor.

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