En el cementerio de la localidad vallisoletana de San Pedro de Latarce, rayana con las zamoranas de Belver de los Montes y Vezdemarbán, existe una lápida que contiene, en mayúsculas, la siguiente inscripción: "Montoro, cabrón. Ahora ven y cobras". Estas 28 letras, dos puntos y una coma están colocadas bajo el nombre de la persona allí enterrada: "José María Bejarano Martín (Chema)". También puede leerse, como suele ser norma, la duración de su peripecia vital: 16-6-1946 / 27-11-2013. La losa lleva meses sobre la tumba, pero hasta esta semana no se ha dado publicidad a su contenido. Y, ahora, el panteón de José María Bejarano se ha convertido en un lugar de peregrinación de curiosos, cabreados y admiradores silenciosos, o sea gentes que coinciden con él pero que no se han atrevido (ni se atreverán) a dejar por escrito, y para siempre sus pensamientos y su rabia. Chema podría pasar a la intrahistoria como el primer indignado eterno, al menos por estas tierras. Veremos si cunde o no su ejemplo y los camposantos comienzan a albergar protestas y reivindicaciones y no solo manifestaciones de cariño y los clásicos "Tu familia no te olvida".

¿Y quién fue José María Bejarano Martín?, ¿por qué su decisión de cargar contra el ministro de Hacienda una vez consumado su paso al más allá? Según uno de sus seis hijos, Chema era simpatizante del PP y un hombre enamorado de la música. Tanto que, además de ser promotor de conciertos y representante de grupos, creó la orquesta Luz de Luna con la que animó los bailes y verbenas de numerosos pueblos, sobre todo de Zamora. Él estaba al mando de la mesa de sonido mientras varios de sus hijos cogían el micro, las guitarras, la batería? Las cosas acabaron por torcerse como demuestra el hecho de que en el domicilio de la urbanización zamorana en la que residía se recibieran cartas de la Seguridad Social y de la Diputación reclamando el pago de deudas. Según publicaba el pasado miércoles El Norte de Castilla, en 2009 se declaró en insolvencia total. Y se ve que las cosas se agravaron en 2011, cuando el partido con el que simpatizaba llegó al Gobierno. La puntilla fue la subida hasta el 21% del IVA cultural y la sucesión de recortes sociales. Aquello le encrespó hasta el punto de volcar sus iras y frustraciones en Cristóbal Montoro, ese ministro que te clava la navaja entre chistecitos, sonrisas y caras de "a mí que me registren". Y se ve que se las juró.

¿Qué puede llevar a alguien a ordenar poner en su tumba tamaña inscripción?, ¿hasta dónde alcanzó su desesperación y su deseo de venganza eterna? Me he hecho estas preguntas, y otras parecidas, desde que leí el reportaje donde se narraban las tribulaciones de Chema. Y me imagino que también se las habrán hecho los miles, o millones, de personas que hayan conocido la noticia ya que el asunto ha adquirido dimensión internacional. Cada cual tendrá su respuesta, hará sus reflexiones, llegará a conclusiones más o menos atinadas, se solidarizará con el finado o lo tachará de loco. Hay gente "pa tó", que dicen que dijo El Guerra.

Mientras toman partido, les invito a plantearse un interrogante de futuro: ¿qué pensará quien lea esa lápida dentro de cien o doscientos años? Imagínense la escena y pónganse en la piel del supuesto visitante al cementerio de San Pedro de Latarce. El hombre, o mujer, da una vuelta por los panteones y, de repente, encuentra uno donde pone: "Montoro, cabrón. Ahora ven y cobras". ¿Quién sería este Montoro?, ¿qué le haría a esta pobre criatura para que se acordara de él de semejante guisa? Y si al hombre, o mujer, le picase la curiosidad, quizás fuese a las hemerotecas o a Internet y se interesara por los dos nombres de marras, Montoro y José María Bejarano. Y podría comprobar que el primero fue un engreidillo ministro de Hacienda y el segundo, un músico arruinado. ¿Y cómo y por qué chocaron? Ahí lo tendría más difícil, porque mientras el ministro alardeaba de mejora, recuperación, salida de la recesión y demás, Chema se quejaba de paro, pobreza, crisis e insoportable subida de impuestos para las economías más débiles. O sea, dos mundos distintos aunque ambos en el PP. Claro que no hace falta viajar a dentro de doscientos años para palpar esas divergencias y esas contradicciones. Nos aseguran que todo prospera, que crecemos, que se acabaron las vacas flacas, pero la calle, el común de los mortales, no lo nota, o lo nota poco. Quizás fuera eso lo que terminó por cabrear a José María Bejarano y lo que determinó que le pasase su última factura a Montoro. "Ahora ven y cobras", es decir ya no me puedes hacer nada, ya soy libre del todo, ya cuento lo que quiero y aquí abajo hago lo que me da la gana. El triunfo definitivo frente al triunfalismo temporal de la versión oficial. Lo escribió Elías Canetti: "No se puede respirar; todo está lleno de victoria".