Que la nómina de miembros de la Guardia Civil está llena de héroes, cuántos de ellos anónimos, es un hecho incuestionable. Nunca he hurtado mi admiración, mi respeto y mi cariño hacia los hombres de verde. Los vivos y los muertos. Los de las humildes casas cuartel rurales. Los de Tráfico. Los de fronteras, siempre cuestionados. Los que por mar y por aire nos protegen. Los que vigilan los montes. Los que nos hacen la vida más segura en los cuarteles urbanos. Los que ofrendan su vida en arriesgados rescates. Los que cayeron a manos del terror etarra, cientos de ellos por uno de nosotros. Los que fueron vilmente atropellados cuando dirigían el tráfico. Los de las estrellas, los de los galones y los que no tienen otra distinción que una impecable hoja de servicios, disciplina, amor por su trabajo y una encomiable actitud de servicio.

Salvar a un montañero ha costado la vida de tres hombres del Benemérito Instituto. El mismo día en el que el capitán Emilio Pérez, el teniente Marcos Antonio y el agente José Martínez Conejo, de cuerpo presente, recibían en León la despedida emocionada que se merecían, un hijo puta que para más desgracia es alcalde en la localidad de El Coronil, llamaba en Twitter a la Guardia Civil "yihadistas asesinos", ilustrando sus palabras con una imagen ficticia de varios agentes en un fusilamiento. Ya le vale a Jerónimo Guerrero, que así se llama el primer edil, creo que miembro de la Ejecutiva del Psoe andaluz. A él sí que había que fusilarle de inmediato haciéndole dimitir de su cargo con todas las consecuencias. A ver qué hacen al respecto el ministro del Interior y el director general de la Guardia Civil. Somos muchos los ciudadanos que estamos esperando la pertinente denuncia. Eso, sin esperar a los que no dudarán en clamar por la libertad de expresión. Me callo lo que pienso.

Me duele en el alma que por activa y por pasiva, los descerebrados, indocumentados y descontentos de este país maravilloso llamado España, entre los que también se encuentran miembros de algunas mal llamadas oenegés, humillen y desprecien constantemente la labor de los hombres y mujeres de este Cuerpo único en el mundo. Me duele en el alma que los señalen como si fueran los artífices de todos los males que nos asolan cuando simplemente cumplen con su deber de forma eficaz y eficiente. Me duele que se cuestione la labor de la Guardia Civil allí donde una actuación suya sirve para reforzar la seguridad de España y de los españoles con todas las garantías. Me duele que la Guardia Civil sea la víctima propiciatoria elegida por cobardes y miedicas como el alcalde de marras quien, apueste lo que quiera, no dudaría en reclamar sus servicios ante la tragedia, ante la necesidad, ante el miedo.

La Guardia Civil muere pero no se rinde en la enorme cantidad de rescates de montaña que lleva a cabo un año y otro y que se ha cobrado la vida de demasiados uniformados. Los últimos hace pocos días.