Llegan las rebajas de julio y el comercio de Zamora y de toda España se las prometen felices, calculando que las ventas superarán en casi un cuatro por ciento a las del año anterior. Eso, al menos, es lo que se dice oficialmente por los voceros de la recuperación económica, o sea por el Gobierno. El hecho es que precisamente los comerciantes de Castilla y León han vuelto a quejarse públicamente de la difícil situación por la que llevan mucho tiempo atravesando sus negocios, sin que se aprecie hasta ahora la supuesta salida de la crisis por ningún lado. En realidad, las rebajas llevan semanas o meses en el escaparate, pues es la única manera, aseguran, de soltar algo de lastre y de hacer algo de caja. Los ánimos siguen muy tensos y el cabreo con la casta política sigue siendo monumental.

Ahora, se comenta que Rajoy puede adelantar las elecciones generales y hacerlas coincidir en mayo de 2015 con las municipales y autonómicas. No estaría mal, porque el resultado va a ser el mismo, pues la debacle de PP y PSOE va a resultar irreversible, pero al menos se ahorraría dinero, ese ahorro que una vez pasados los comicios, si el poder sigue en manos del bipartidismo, unos u otros, o los dos juntos tratando de nadar abrazados para no ahogarse, va a volverse a implantar en el país, a costa del pueblo, claro, no de los políticos, para poder cumplir con las exigentes cuentas de Bruselas para 2016, con un tope de déficit que va a ser imposible de cumplir. Claro que lo que el PP pretende, si las elecciones llegan a adelantarse, es pillar al PSOE en bragas, con un líder recién llegado, sea el radical Madina o el moderado Pedro Sánchez, sin tiempo apenas para definir una estrategia y un modelo de salida.

Lo que ocurre es que las cosas, previsiblemente, ya no van a ir por ahí, por donde han ido siempre, y aunque pretendan ocultar la cabeza bajo el ala, los indicios de que el fin de un ciclo se aproxima parecen cada día más evidentes. Ha dicho un dirigente o una dirigente popular que ellos o el caos. Muy arriesgado, porque a lo mejor muchos votantes prefieren el caos. El cacareado cartucho de la reforma fiscal le ha salido al PP por la culata, y la gente se ha tomado esa rebaja del IRPF, unos 20 euros al mes, como una auténtica burla, un incumplimiento más de los muchos de Rajoy, inmóvil por lo demás en su tancredismo frente al reto del secesionismo catalán. Tantos incumplimientos, tantas decepciones, ya no se perdonan y la abstención, el voto de castigo y la aventura del populismo serán las alternativas.

Naturalmente, los de Podemos se frotan las manos mientras crece su optimismo a la vista de cuanto sucede. Los políticos siguen tirando del dinero público, sin cortarse en nada. Un ejemplo: la Diputación de Zamora, que el otro día organizaba un sarao en Madrid para promocionar el turismo, un recurso de hace 30 años que solo sirve para dar a conocer a los zamoranos lo que ya conocen y para que los del PP inviten a sus amigos. El desencanto y el enfado de la sociedad es tan enorme que la tendencia de voto a los del populista Pablo Iglesias, el de la coleta, pese a su rancio comunismo, a sus burdas utopías incumplibles y al peligro de una democracia chavista, continúa al alza y va a más.