Conocí a don Adolfo Suárez, a principio de los años 70, primero a través del zamorano Agustín Asís Garrote, uno de los miembros de los «40 de Ayete», que era en esos momentos profesor mío en el Centro de Estudios Constitucionales, y como zamoranos, entablamos una relación no solo de alumno-profesor, sino de paisanos. Como en aquella época yo militaba en movimientos políticos «discretos» Agustín me prestaba mucha atención.

Más tarde, en el año 75, siendo Adolfo Suárez delegado del Gobierno en Telefónica, tuve ocasión de tratarlo con frecuencia al ser yo empleado en dicha empresa. En aquel tiempo militaba en el Partido Socialdemócrata de Castilla-León (aunque casi todos los militantes vivíamos en Madrid). Al frente del partido estaba Alberto Cercos Pérez, a su vez secretario general técnico de Agricultura, jefe superior de Abril Martorell.

A principios de los años ochenta, recibí una llamada de Carmen Díez de Rivera, (antigua compañera de la Universidad y del grupo de amigos profesores vinculados al PSP). En esa llamada Carmen me informó que Adolfo iba a realizar un viaje a Buenos Aires y estaba muy interesado en conocer a don Claudio Sánchez Albornoz, ya que su padre había trabajado con él. Sabiendo que yo era amigo de don Claudio, con quien mantenía una estrecha relación de amistad. Suárez deseaba que lo acompañara en el viaje y propiciara el encuentro.

Debo aclarar que nunca pertenecí a ninguna formación de las que promovió Adolfo Suárez: UCD y CDS, de las que siempre estuvimos desde el primer momento invitados a sumarnos al proyecto político. En representación de UCD, fue Abril Martorell, quien nos ofreció encabezar todas las listas electorales de Castilla y León. Sin embargo, el Partido Socialdemócrata de Castilla-León en una reunión celebrada en el Parador de Tordesillas, rehusó dicha incorporación, pero quiero resaltar que dos personas, Esperabé de Arteaga (Salamanca) y Eduardo Moreno (Valladolid) que habían rechazado también dicha incorporación durante la reunión, más tarde se ofrecieron a Fernández Ordóñez para sumarse en las candidaturas de UCD, encabezando las listas como número uno por Salamanca Esperabé de Arteaga y de número dos por Valladolid Eduardo Moreno.

He de reconocer que con la perspectiva que nos da el tiempo y los hechos acaecidos en nuestra historia reciente, hemos lamentado no habernos sumado al proyecto político de Suárez, para reforzar su figura y su obra política, reduciendo el daño que le ocasionaron las personas con comportamientos ingratos y desleales.

Concertada la reunión con Adolfo Suárez, concretamos la fecha del viaje a Buenos Aires (fecha que coincidía con la entrega de un premio) y distribuimos los papeles para organizar la reunión con don Claudio, en la que el embajador de España en Buenos Aires organizaría una cena privada en la Embajada a la que asistiría Suárez, y yo me encargaría de llevar a don Claudio, y hacer las presentaciones. Para ello estuvimos antes de la cena en un despacho como una hora solos, don Claudio, don Adolfo y yo. La conversación fue muy diversa y muy punzante por parte de don Claudio, en un principio dado su carácter, pero según fue transcurriendo la conversación, fue avanzando en respeto y admiración mutua, creando un clima muy agradable y distendido.

A esta cena se sumó la sobrina de Tomás Carrión Carrión (alistana, que con un año tuvo que emigrar con sus padres a Buenos Aires) quien realizó la histórica foto de los dos presidentes, siendo la primera y única foto donde se les ve juntos ya que no volvieron a verse, pero sin embargo, sí mantuvieron intercambios de opiniones y confidencias en las que medié como delegado de ambos.

El día que enterramos a don Claudio Sánchez Albornoz en 1984, a pocos metros de donde hoy está enterrado don Adolfo Suárez y su esposa, recuerdo que le comente a don Adolfo y al obispo de entonces don Felipe Fernández García, que había comprometido con don Claudio Sánchez Albornoz que se le enterraría en la Catedral a la vieja usanza como él deseaba. En aquel momento la capilla se instaló en el salón del Gobierno Civil de Ávila, y fue llevado a hombros hasta la Catedral por sus nietos y por su amigo personal el procurador en las Cortes de Castilla y León, Francisco José Alonso Rodríguez, como publicaron los medios de comunicación de la época, mientras las campanas de todas las iglesias repicaban.

Para llevar a cabo el compromiso establecido entre el obispo y don Claudio, hubo alguna discrepancia por parte de algunos sacerdotes de la Catedral, zanjadas por el obispo, quien decidió mantenerlo y celebrarlo de acuerdo con lo pactado con el fallecido. En esa reunión aparte de representar a la familia de don Claudio yo representaba, como procurador en Cortes al presidente de la Junta de Castilla y León, don Demetrio Madrid López.

Al entierro asistieron don Felipe González, presidente del Gobierno, don Demetrio Madrid López, presidente de la Junta de Castilla y León, don Javier Solana, ministro de Cultura y portavoz del Gobierno y don José María Maravall, ministro de Educación.

Tengo que destacar que para la organización de todos los actos con motivo del fallecimiento de don Claudio Sánchez Albornoz, contamos con el apoyo incondicional del Gobierno central a través del ministro de Cultura, don Javier Solana.

Al finalizar el entierro de don Claudio, estuve con don Adolfo Suárez, recordando nuestro encuentro con don Claudio en Buenos Aires, ante su tumba en el claustro de la catedral. En un momento dado se acercó el obispo a saludarnos y entonces sugerí, señalando el lugar, que sería un espacio muy apropiado para el descanso eterno para ambos presidentes.

Hoy que ya están juntos los dos amigos, solo deseo que disfrutéis en paz de vuestro «Cielo», como grandes creyentes y practicantes que fuisteis, ya que vuestras vidas fueron difíciles y muy sacrificadas por diferentes circunstancias.