Acabo de recibir la noticia del fallecimiento de don Juan Antonio Barba Palao, insigne abogado y decano de honor del Ilustre Colegio de Abogados de Zamora.

No por esperada la muerte deja de ser dolorosa. No por cercana, se siente menos la pérdida de quien se quiere y admira; pero cuando pierdes al amigo, al consejero, a aquél a quien siempre quisiste imitar y de quien anhelaste aprender, se torna doblemente triste, de modo que nos sumergimos en el recuerdo como remedio o alivio de la pena.

Don Juan Antonio Barba Palao, destacó por su impecable trayectoria profesional, reconocida por todos sus compañeros y en todos los foros donde dejó muestra de su magisterio, calidad humana, siendo referente de mesura, discreción y sano juicio. Sus acertadas opiniones evidenciaban su probidad, su formación, su ciencia y técnica jurídicas.

Los años que compartimos tareas en la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Zamora fueron para mí el mejor magisterio donde, como el resto de compañeros, aprendimos de su calidad humana.

Ungido con el don de la palabra, de la oratoria precisa y de la elocuencia, formó parte de una casta de abogados que hicieron de esta noble profesión un referente para la Abogacía y para la justicia, destacando como un gran jurista, brillante orador y gran persona.

Hoy es un día triste para la Abogacía con mayúsculas. Despedimos a un hombre íntegro, un caballero de la toga que distinguió a todos los compañeros, sin excepción, con su lealtad, deferencia, trato cortés y amistad, amparado en los más sólidos principios humanistas, morales, deontológicos y cristianos.

Hombre de profundas convicciones cristianas qué mejor decirte que Dios te acoja en su seno, querido Juan Antonio, pues la abogacía ya te ha puesto en lo más alto recordándote por haber contribuido a hacer esta profesión más noble y más digna.

(*) Exdecano ICA Zamora