Resulta cuando menos extraño que a una sociedad tan educada, tranquila, pacífica y segura porque tiene un índice de delitos bajísimo? Que en una ciudad con tan buena gente como la de Zamora, su ayuntamiento la haya castigado desde hace más de tres años con una Ordenanza que, con la disculpa de promover la convivencia ciudadana, coloca a sus habitantes en una situación de represión de conductas habituales, con sanciones exageradas.

Una Ordenanza que, a falta de faltas o delitos mayores, sanciona por comer en la calle, dormir en un banco, tirar las cáscaras de las pipas al suelo o celebrar un triunfo deportivo bañándose en la fuente de la Marina. Aunque esto último no puede sancionarse desde hace tiempo porque la fuente dejó de serlo tras el frustrado arreglo una y otra vez, con un coste acumulado de más de cincuenta mil euros, sin que nadie haya sido sancionado por ello ni asumido responsabilidades.

Injustificada, pues, la represión y el autoritarismo absurdos de la Ordenanza. Solo entendible porque está en el ADN político de la derecha del PP, que confunde seguridad con represión y autoridad con «porra» y mano dura.

Por eso, de la misma manera, el Gobierno del PP en España pretende aplicar una ley para amordazar a los ciudadanos, que les prohíbe manifestarse o hablar, y que sanciona hasta la resistencia pasiva, o sea, quedarse quieto «manos arriba, esto es un atraco», frente a la autoridad policial.

No contentos con esto, a mayores, los «seguratas» privados podrán actuar como policías en las calles, no solo en los edificios que vigilan como contratados por el jefe.

Pero es su naturaleza, la de la derecha autoritaria que, como el escorpión de la fábula que clava el aguijón a la rana que le salva la vida ayudándole a cruzar el río sobre su espalda, no puede por menos que reprimir por la fuerza a la sociedad que la alzó sobre sus espaldas encaramándola hasta llegar al poder. Por eso han sido tan indulgentes con el franquismo y su represión violenta durante cuarenta largos años.

Es su naturaleza. Pero además, tienen miedo.

Parecía que el 15-M y las mareas verdes, blancas, y rojas; los viernes negros de los empleados públicos; las concentraciones de siempre y los escraches de hace poco; los rodea el Congreso y el Senado y el Lago de Sanabria; las clásicas manifestaciones y huelgas. Las respuestas de la sociedad civil a las injustas situaciones sociales parecía que no les afectaban.

Pero sí.

Y en Zamora también. Quieren reprimir con todas las de la ley a la tranquila sociedad que se atreve a hablar si se talan los árboles del Duero y se recorta el poder político de los pueblos y municipios; a apoyar a los desahuciados; a criticar a los estafadores de las preferentes; a abrazar al Lago, y a salir a la calle porque la colonizan los coches y los aparcamientos subterráneos. Y reprimen las inevitables manifestaciones de pobreza que llevan al paro, a la calle sin remedio por falta de casa, a dormir en un banco, y a la despoblación a razón de dos mil habitantes menos al año de una provincia de gente buena y tranquila.

Tienen miedo de que alguien pueda morir intoxicado por el hambre que les lleva a comer lo rebuscado en un contenedor de basura, prohibido por su seguridad en múltiples ordenanzas de papel mojado.

Miedo a que se derrumbe la marca España en Europa y la marca Zamora en España, y la marca «todo va bien» en el mundo.

Miedo a que se les estropee la «operación sonrisa» para que todos los niños tengan juguetes, y la «operación kilo» para que tengan comida, y la cena solidaria de Navidad para que coman hasta turrón tradicional en estos días entrañables.

Miedo a que alguien les estropee la foto del cóctel de Navidad. A distinguir entre justicia y caridad. Y a distinguir entre caridad y propaganda.

Nos desean un futuro mejor en tarjetas a costa del dinero de todos, y prohíben que en el presente se pueda comer en la calle, dormir en un banco, morirse intoxicados por comer del contenedor de basuras. Y protestar por todo eso y mucho más sin permiso de la autoridad.

Por un presente digno y justo. Mejor.