Los padres, padres son en lo bueno y en lo malo. Sobre todo en lo malo, cuando hay que dar la cara y sacar pecho por los hijos. Ser padres es un don de la naturaleza y una gran responsabilidad. Ser padres es la mar de complicado. Lo fue siempre, pero tengo para mí que es mucho más difícil ahora, en estos tiempos en los que las familias ya no son lo que fueron en otras épocas no tan lejanas. A todos los padres les toca luchar, en algún momento, con alguna de las conductas indebidas de los hijos. A pesar de que no existe una receta mágica que funciona en todas las situaciones, conviene reconocer los factores que afectan el comportamiento de los hijos porque, quizá, entendiendo esos factores, dando por sentado que durante las diferentes etapas de desarrollo juvenil se presentan o pueden presentar problemas diferentes, las reacciones de los padres serán más acertadas y será más fácil crear para los hijos un medio ambiente de apoyo que promueva el pleno y sano desarrollo.

Lo que no se puede hacer es tratar de rizar el rizo y culpabilizar a los padres de ciertas conductas juveniles que superan a los progenitores. Hay comportamientos juveniles difíciles de interpretar. El que lleva a los jóvenes, a algunos jóvenes, directamente al alcohol y a las drogas de todo tipo, nada tiene que ver con familias desestructuradas. También se da, y en gran medida, en familias de lo más normalito. Por eso, no está gustando nada la medida que piensa incluir la futura Ley para prevenir el consumo de alcohol en menores. La polémica está servida desde que se diera a conocer.

Esa medida consiste en multar a los padres si sus hijos acuden varias veces a Urgencias por intoxicación etílica. Así lo ha anunciado el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Francisco Babín, durante la presentación de la campaña «Los que no». Cabe preguntarse si los hijos tendrán esa consideración hacia sus padres llegado el caso. Porque cuando salen de casa todo es una incógnita, todo es un misterio, y una vez metidos en esa espiral, es muy difícil ejercer con sensatez o sentido común. De nada valdrán las recomendaciones paternas. Se dejan llevar y cuando empinan el codo, por regla general, lo hacen a conciencia. Y eso ocurre incluso con menores de edad, sobre todo chicas, que son las que tienen una conducta más deplorable, según estudios.

La edad media de inicio del consumo de alcohol en España es a los 13,7 años. Y también a esa edad los chicos acuden a urgencias por emborracharse en exceso. Que nadie crea que esto sucede en Madrid, Barcelona y Bilbao, por citar tres grandes capitales. Esto sucede todos los fines de semana en Zamora. Al importante trabajo desarrollado por la Policía Municipal al respecto le remito. El Gobierno quiere tomar medidas y es de recibo que lo haga, pero no pasándole el marrón a los padres. Hay opiniones para todos los gustos. La mayoría coincide en que se trata de una propuesta recaudatoria que no será efectiva. Estoy con esa mayoría. No todo en esta vida puede arreglarse a golpe de multas. Ese comportamiento en concreto, desde luego no. Se podrían hacer otras muchas cosas sabiendo que el problema es de base, de educación y que no se puede corregir con dinero. Pero allá los cerebros del Plan y de la campaña «Los que no», que es a los que pagan por pensar. Podían ser un poco más originales.