Dios no juega a los dados». Lo dijo Einstein, polemizando con el principio de incertidumbre. El cosmos se rige por leyes universales y nada de lo que en él sucede se debe al azar. Todo obedece a un orden.

Sin embargo, la cosa económica desmiente al científico. Como si de partículas subatómicas se tratara, la crisis parece regida por los principios de la física cuántica. Sin certezas, solo incertidumbre en nuestra economía.

Dijeron que no éramos Irlanda. Continuaron con Portugal, Grecia y ahora Chipre. Nos decían entonces, mientras las aplicaban, que las medidas adoptadas en esos países eran impensables en el nuestro. Ahora, que empezamos a remontar. Que si en el tercer trimestre. Que si en el siguiente. Que si en el próximo año. Que si? bla, bla, bla.

Dicen que la reforma laboral, la subida de impuestos, la congelación salarial y los recortes en sanidad, en la Ley de Dependencia, educación, investigación o cultura, empiezan a dar frutos. Cada vez somos más pobres, pero eso dicen.

No es lo que piensan mis vecinos de escalera. Las medidas adoptadas han acrecentado el deterioro hasta límites difícilmente soportables y en la calle se percibe una tormenta cósmica a punto de estallar. Falta unanimidad en el tratamiento a aplicar. Ni siquiera, después de cinco años, se tiene un diagnóstico claro de qué está pasando.

La situación no es buena. Es peor que cuando empezaron aquellas «pequeñas turbulencias financieras». Y no solo para las economías domésticas, también para las grandes cifras a las que tan aficionados son algunos. Es una cuestión de números. La contracción del PIB, las cifras del paro, la prima de riesgo, el déficit público o el endeudamiento del Estado lo demuestran por encima de las declaraciones políticas.

Una y otra vez, argumentan nuestros dirigentes el éxito de las medidas adoptadas. Es probable, aunque la realidad lo desmiente. No hay certezas. Todo es incertidumbre en nuestra economía, lo mismo que en el mundo cuántico.