Está de moda Chomsky. En los medios, internet incluido. Al filósofo estadounidense, que se considera y define como anarquista total, le ha puesto de moda la izquierda, arrimando el ascua a su sardina. Y no hay ocasión en la que no se analice la situación en la que Chomsky no salga a relucir. Y con él, su famoso decálogo sobre la manipulación mediática, consecuencia del neoliberalismo, y que lo mismo se puede aplicar al Gobierno de Rajoy que a cualquier otro, apenas sin excepciones.

Precisemos: no se trata de manipulaciones de los medios sino las que llevan a cabo los gobernantes a través de los medios. Viene a ser como una diversificación del habitual globo-sonda, tan utilizado en política para pulsar la opinión pública y publicada antes de poner en marcha alguna iniciativa problemática. Nada nuevo en este sentido. Pero lo más curioso y hasta risible del asunto es que Chomsky nunca escribió tal decálogo, y así lo ha manifestado, desmintiendo rotundamente su autoría, numerosas veces. Pero la lista de las manipulaciones se continúa manipulando y sigue rodando la bola.

El escrito en cuestión se achaca al comunicador francés Sylvain Timsit, pero también existe la versión de que se trata de un texto publicado originalmente en portugués por el Instituto João Goulart, de Brasil. Habría que etiquetarlo como apócrifo, en todo caso, pero siempre ya se atribuirá a Chomsky. Es lo mismo, porque lo haya escrito quien lo haya escrito, ello no resta el menor interés a su contenido. Que se adapta como un guante a la dinámica que mantiene el Gobierno del PP. De ahí su actualidad, y de ahí que se saque tanto a relucir y que sirva para abrir tantos ojos.

Habla el decálogo de la estrategia de la distracción como fórmula para desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por los gobernantes mediante la técnica de continuas distracciones a base de hacer saltar informaciones de menor calado, lo que impedirá a los lectores interesarse por noticias y conocimientos esenciales. Y del método consistente en originar situaciones que den lugar a la reacción de la sociedad como paso previo a la aceptación de las medidas previstas. Se cita un ejemplo en el original: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y de los servicios públicos.

Pero hay mucho más, como aplicar gradualmente las medidas que pueden ser inaceptables y que así, a cuentagotas, serán aceptadas. Vale de nuevo el ejemplo de la crisis. Otra manera, continúa el escrito, de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como dolorosa pero necesaria aunque atrasando su ejecución, preparando de ese modo la resignación de los ciudadanos. Y todo, dirigiéndose siempre a los ciudadanos igual que se haría a criaturas de poca edad o inmaduros mentales. Lo que tantas veces se ha dicho: que toman a la gente por tonta.

Hay otras normas más, y todas ellas, letra y música, nos suenan mucho en España, todas dirigidas a estimular a la sociedad a aceptar la mediocridad política rampante, su mediocridad.