Ejemplar biografía de humanista la de don Manuel Aznar Zubigaray: escritor, cronista, historiador, director de periódicos señeros y diplomático titular de importantes embajadas. Se mostraba agradecido a sus estudios de Latín y Humanidades, base esencial de la formación intelectual que le deparó su larga carrera de éxitos. En efecto, a poco generosa que se muestre la Naturaleza, el dominio del Latín, el Griego, el Castellano y la Lógica contribuirá a hacer del estudiante un escritor correcto en el discurso y la expresión. El Latín y las Humanidades fueron por siglos asignaturas fundamentales en la carrera eclesiástica; latinos eran los textos de Filosofía, Teología, Sagradas Escrituras, Derecho Canónico y Liturgia. En el Seminario, se decía en Zamora, los muchachos aprenden a cortar el Latín y el tocino; cumple recordar que zamoranos fueron algunos latinistas de prestigio; por ejemplo, don Benito González, profesor del Seminario, y entre los laicos Agustín García Calvo y José Antonio Enríquez González. Justamente valorados por el Concilio Tridentino (de donde el apelativo conciliar de los seminarios) los estudios de Latín y el Griego desaparecieron de la carrera eclesiástica; se los llevaron iconoclastas vientos posconciliares y la Iglesia sufrió un lamentable proceso de aculturación al perder toda vigencia el Latín como su idioma propio y universal. Permítame el lector que recuerde esta vivencia personal: Al principio de la década de los cincuenta, se celebró en Barcelona un congreso de Magia; llamó mi atención un sacerdote polaco que vestido de cura, realizaba sorprendentes juegos de manos con una baraja; el singular caso me pareció noticiable y decidí hacerle una entrevista al extraño mago; pero ni él entendía el español ni yo, el polaco. Se me ocurrió proponerle: «si vis, posumus loqui in latino sermone». -«Utique», me contestó. Y nos entendimos perfectamente. Es dudoso que hoy en día sean muchos los curas y frailes (incluso los obispos) que entiendan con facilidad las encíclicas papales y los libros de san Agustín y de santo Tomás de Aquino.

Así las cosas, nos ha sorprendido gratamente la ambiciosa empresa valientemente emprendida por Benedicto XVI con la creación de la Academia Pontificia de Latinidad. El pontífice reivindica el Latín y las Humanidades y se ha propuesto reintroducir su estudio en seminarios y noviciados y universidades de la Iglesia. Resulta inevitable preguntarse si no sería necesario recuperar antes seminaristas y novicios; ¿acaso se piensa que Latín y Humanidades podrían actuar como acicate de vocaciones?: ¡Ojalá!

La iniciativa del muy prestigioso intelectual Ratzinger ha merecido el aplauso entusiasta de humanistas de vocación y oficio. Pero no se ha librado de la repulsa del curita progre que opina que la decisión papal no casa con las previsiones del Vaticano II; se atribuye el progre farruco una autoridad que nadie le ha dado para interpretar esos textos conciliares que en ningún caso declaran eliminado el Latín. En el documento sobre la liturgia se aconseja su utilización en la misa y en otros importantes actos litúrgicos, aunque se atribuye a los obispos la autorización de las lenguas vernáculas siempre que lo consideren oportuno. El caso es que la excepción se convirtió en norma y que parece llegado el momento de poner las cosas en su sitio.

Benedicto XVI no se contenta con reivindicar las antiguas asignaturas de la formación de la casta sacerdotal; invita al mundo intelectual a recuperar el interés por las Humanidades y la cultura grecolatina, componentes esenciales de un rico patrimonio cultural. En definitiva propone el regreso urgente a las fuertes raíces y fuentes inagotables de la civilización occidental que ciertamente no es la entelequia despreciable que algún pensador sedicente modernista considera. En curiosa paradoja, el Latín gana en China adeptos que gozan con la lectura de los clásicos que tuvimos por nuestros: ¿se sentirán un día llamados a tutelar la cultura europea?; ¿contribuirá el Latín a un mejor entendimiento entre la Iglesia de Roma y las autoridades de la inmensa nación?