El próximo día 23 el parlamento de la región catalana va a proponer una declaración de independencia, que presumiblemente será aprobada con la mayoría de gobierno que forman CiU y Ezquerra Republicana, y que puede contar además con la abstención del PSOE, cada vez más errático y empeñado en mantener los pocos votos y escaños que aún le restan por aquellos lares tras su desastrosa experiencia al frente de la Generalitat.

Aunque no se ha dejado, por parte de algunos, de barajar una hipotética ruptura entre los socios nacionalistas, la Convergencia de los Pujol y la Unión de Duran i Lleida, que daría al traste con todos los retos secesionistas, lo cierto es que no existe la menor posibilidad de que así ocurra, sino todo lo contrario. Sacudidos intensamente los democristianos, y sobre todo su líder, por el escándalo de la financiación ilegal del partido, lo que puede ocurrir ahora, más probablemente, es que ambos socios se sientan todavía más coaligados y comprometidos, teniendo en cuenta las acusaciones de corrupción y dinero en paraísos fiscales de los dirigentes de CiU que sobre ellos pesan en la opinión pública.

Si siempre se pensó que la chulería secesionista no era en el fondo más que un órdago a la grande para tapar la ruina de una región que ha destacado y sigue destacando por su inmenso despilfarro, al que el Gobierno de la nación ya ha dejado de doblegarse, las sombras de las dudas se alargan más cuando se tiene en cuenta la situación que allí se vive, con las numerosas y continuas sospechas salpicando de lleno a los líderes políticos del nacionalismo derechista y burgués. El fantasma que han puesto en pie puede que acabe devorándoles. A nadie se le escapa ya que la independencia catalana les vendría muy bien a algunos para tratar de hacer borrón y cuenta nueva. Aunque a otros les viniese muy mal, como al importante empresariado de Cataluña, que aborrece la iniciativa del mesiánico Mas.

Al parecer la tal declaración de independencia, que no tiene el menor valor oficial, pues no será más que una moción aprobada, ha sido suavizada bastante en cuanto a conceptos y términos secesionistas pero ello es debido, según se cuenta, a un intento de aglutinar votos de los otros partidos, algo que ya ha dado resultado en cuanto al PSOE, que como queda señalado anuncia que se abstendrá y que sigue dándole vueltas a esa tercera vía que propugna de reformar la Constitución para hacer de España un estado federal, lo que no convence a nadie, ni a unos ni a otros. Los socialistas no darán su visto bueno a la declaración pero tampoco la rechazarán con sus votos. Así les va en las encuestas a los de Rubalcaba.

Mientras, el Gobierno, cuya debilidad resulta tan patente pese a la mayoría absoluta, lo que en gran parte también ha propiciado y sostiene el despertar secesionista catalán, sigue insistiendo en que no habrá referendo porque es anticonstitucional, pero nada más. Eso es lo que ha reiterado la vicepresidenta Sáenz de Santamaría: que se espera a la proclamación independentista para llevar el asunto al más alto tribunal. ¿Y Rajoy? Pues Rajoy dice que no quiere crear nuevas tensiones con Cataluña.