No parecía el gran Ricardo Darín uno de esos artistas que se meten a opinadores políticos pero, de golpe y porrazo, se tira al monte y lanza una andanada contra Cristina Fernández poniendo en tela de juicio el origen del caudaloso patrimonio presidencial. Es el salto a la vida real del Darín peleón e incisivo que hemos visto en algunas de sus mejores películas: tan convincente en ellas con su gesto entre doliente y cabreado, cerca de la desesperanza pero sin revolcarse en el victimismo, que sus palabras sin mordaza tienen un efecto muy especial en la sociedad argentina. Solo por esa influencia en la opinión pública de un actor mayoritariamente respetado, e incluso querido, se puede entender que doña Cristina, tan aficionada ella a expropiar y lanzar cortinajes de humo, se pique y haya cometido un error imperdonable en alguien con semejante cargo: entrar al trapo. Y saltar a la arena movediza de la réplica airada y las acusaciones borrosas en las redes sociales, inmenso gallinero donde el cacareo tritura muchas veces el debate sensato e inteligente.

La polémica sirve, en cualquier caso, para que la gente tome posiciones. Algunas, sorprendentes, como la de otro grande, Federico Luppi, que ha lamentado que Darín no tenga en cuenta «otras cosas notables que están pasando que son buenas». «Más que ingenuo, es un pelotudo», dijo Luppi sobre Darín, al que llamó, con una dureza que sugiere la existencia de algún pique entre ellos, «poco adulto, poco agudo y con tufillo oportunista». Luppi da la razón al cineasta de origen asturiano Juan José Campanella que, al referirse a las acusaciones de Darín sobre el camino hacia el fanatismo que sigue el kirchnerismo, matizó que «no es todo el modelo, pero el insulto y ataque sistemático al que opina distinto es parte importante de él». Es una pena, en todo caso, que Darín haya dado un paso atrás para evitar males mayores y que rehúya la pelea dialéctica con doña Cristina, esa mujer que justifica su repentina fortuna, sin expropiar un poco de rubor al decirlo, por su trayectoria como «exitosa abogada y presidenta». Esperemos que no cunda el ejemplo de la desocupada presidenta argentina (que tiene tiempo para escribir o dictar una larguísima carta para replicar a un actor) porque daría un poco de grima leer misivas de Rajoy contra Bardem, de Hollande contra Depardieu o de Obama contra Eastwood.