Otra muestra de la depauperación que trae la crisis económica es la profundizada división de los trabajadores entre funcionarios, asalariados y autónomos. Como se acaba el trabajo por cuenta ajena por una coincidencia de revolución tecnológica que amortiza millones de puestos de trabajo y del mantenimiento de los beneficios con cargo a los salarios, para el discurso dominante el autónomo es el nuevo soldado de infantería del capitalismo. Para ese discurso, en el otro extremo está el funcionario, que en tiempos fue probo (honrado) y al que, ahora, todo lo que se le quite es poco -pagas, descansos, bajas- porque lo han caracterizado como un parásito. El trabajador por cuenta ajena, tras la última reforma laboral, queda a la intemperie de la oferta y la demanda -contratos malos, salarios bajos- porque la mano de obra es mano de sobra.

Para difundir la supremacía del autónomo está el tertuliano radiofónico que, al serlo, alardea de que no puede ponerse enfermo porque no cobra. Una tertuliana confesó que había llegado a ir a la emisora con fiebre. Eso explica el amodorramiento de su discurso, propio de la fiebre baja, y las ideas delirantes de la fiebre alta.

En términos de consumo, cobró lo de siempre por un producto de menor calidad. ¡Qué fraude! En términos sanitarios, puso en peligro de contagio al resto de contertulios que, si son como ella, irán febriles a la emisora -poniendo en peligro al taxista, otro autónomo, o al resto de los conductores (autónomos, funcionarios, asalariados, parados)- para cobrar a cambio de decir cualquier cosa, contagiando a otros tertulianos en otras emisoras de radio y de televisión y contaminando discursos. Como sociedad, debemos arreglar la baja del autónomo para que pueda encamarse cuando esté enfermo, para evitar riesgos sanitarios mayores y fumigar ese rasgo de mentalidad que perpetúa las injusticias en lugar de arreglarlas.