Si con fruición y entusiasta alegría antaño se aseguraba aquello de: "Familia que reza unida, familia que vive y permanece unida", hogaño la cosa es menos espiritual. Es lo que tienen los tiempos que corren. De hecho, hogaño, cabría decir: "Familia que come unida promueve dietas equilibradas y saludables en el futuro". Eso es lo que ha descubierto un grupo de investigadores de la Universidad de Minnesota, que comer en familia durante la adolescencia promueve lo dicho más arriba, dietas equilibradas y saludables en el futuro. Sólo que los adolescentes lo tienen un poco crudo, por lo menos en lo que a España respecta, sus horarios son incompatibles, casi a diario, excepción hecha de los fines de semana, con los de sus padres, siempre que ambos trabajen fuera del hogar, porque, de otra forma, algún apaño se puede hacer.

Por otro lado hay un problema todavía mayor, no tanto en España pero sí en otros países, los adolescentes se independizan, abandonando el hogar familiar, lo que supone para muchos el empeoramiento de sus hábitos alimenticios. Si desde bien niños se les enseñara a preparar unas buenas lentejas estofadas, un cocido, unas fabes a la asturiana e incluso una paella, que bien les vendría a todos, chicos y chicas, una vez fuera de casa. Pero, hete aquí que, cuando cambian el hogar paterno por el piso compartido, en unos casos dejan de desayunar, craso error, y en todos los demás, adquieren malos hábitos alimenticios con una dieta mucho más pobre que acaba incidiendo en su salud.

El estudio de referencia ha establecido los efectos positivos de comer habitualmente en familia durante la adolescencia. O lo que es igual, comer como Dios manda que se decía antes, sentado, a su hora, sin las prisas propias del que parece va a perder el tren, es decir, ejerciendo una correcta masticación, el número de comidas diarias que parece una tontería pero es un factor determinante, la calidad de sus dietas alimenticias y, en fin, todas esas pequeñas cosas que hacen tan especial algo que debiera ser cotidiano como eso de comer en familia.

Parece ser que aquellos adolescentes que comían con su familia, cuando poco a menudo, consumieron posteriormente más frutas y vegetales, tan huidizos de las dietas juveniles porque, así y todo, en la mayoría de estos individuos el nivel de ingesta de estos alimentos esenciales era menor de lo recomendado. Y, un dato curioso referido al estudio que nos ocupa, se daban diferencias entre las chicas y los chicos: ellas comían en casa más que ellos. Sólo que no sé si esto es trasladable a España o no.

No cabe duda de que la familia es un contexto apropiado (a la familia se le ha llamado de todo, también contexto) para educar en hábitos saludables, aunque el estudio de referencia admite que, a menudo, los efectos positivos de los menús caseros no aparecían hasta que el individuo alcanzaba la edad adulta. Porque no se trata de comer en casa, a la hora y con toda la familia reunida dispuesta a compartir el pan nuestro de cada día, se trata también de que los alimentos que presidan la mesa formen parte de eso que se llama "comida casera" aquella con la que nuestros abuelas criaron hijos sanos y robustos. Lo que le decía antes, verduras, potajes, legumbres.

Y, un dato crucial que sobre todo les gustará saber a los padres: los jóvenes que se relacionan satisfactoriamente y de forma frecuente con su familia son menos propensos a tener problemas de drogas, trastornos depresivos o desórdenes alimenticios. Sólo que por eso merece la pena el esfuerzo. Así que, familia que come unida? Familia que vive en perfecta armonía. No sé si así de fácil.