Cosas del folclore: "El aldeano tiró la piedra". Siempre le dio al aldeano por lanzar piedras; unos, de frente; los habilidosos a sobaquillo; todos tiraban a dar, como ocurría en las pedreas entre muchachos en las que se procuraba el descalabro del contendiente rival. No parece absurdo considerar las pedreas como contiendas bélicas de primer grado; internacionales en cierto modo, cuando se enfrentaban los rapaces de dos pueblos que por su cuenta, habían declarado enemigos. El progreso trajo la honda para lanzar los cantos más lejos, y la catapulta para arrojar los grandes pedruscos. No paró aquí el progreso en su afán de aportar facilidades a la Humanidad belicosa: inventó el tirachinas, quizás meditando sobre el principio de la tripa de Jorge, que como es sabido, se estira y se encoge. La china es al canto lo que el balín al proyectil del quince y medio; de la misma naturaleza que la piedra, no causa grandes descalabros pero puede dejar tuerto a un hombre o agujerar un espejo.

El preludio, que acaso a más de uno parezca farragoso, viene a cuento de una nueva aportación del Emérito. Dice haber descubierto que los políticos se dividen en dos bandos: los de la catapulta y los del tirachinas; unos lanzan pedruscos; los otros, chinitas. Así las cosas, es fácil, predecir el resultado de la contienda; especialmente para don José el pitoniso oficial que acompañado de su coro de plañideras (un oficio que antiguamente era de pago) lamenta la indefectible derrota del tal Rajoy. Sin gancho en las masas y discutido por los suyos, lo ve ejerciendo de nuevo su lucrativo oficio de Registrador de la Propiedad. ¡Cuántos políticos, incluido el propio Blanco, desearían una retirada tan áurea y gratificante! Mientras los socialistas intentan catapultar a Rajoy mas allá de la primera línea política, el gallego entretiene su presunta abulia con el tirachinas. Pocas veces, la oposición habrá tenido ocasiones tan propicias como ahora; se las ponen como a Fernando VII. Es la prensa extranjera al menos una parte de la mejor informada y más influyente, la que contesta con justificada contundencia a las falacias y exageraciones del Presidente. El PP insiste en temas pasados que si alguna vez interesaron y encocoraron al personal, hoy parecen tenerlo sin cuidado. Es evidente que toda la acción política del Gobierno se dirige en exclusiva a la meta electoral. Rajoy ha conminado a su directiva a ganar las elecciones: "Unum porro est necesarium"; solamente es necesaria una cosa: trabajar por el triunfo, ganando votos cada día. Se planteaba esta mañana en una tertulia esta cuestión: El PP votó en el Pleno del Congreso la propuesta socialista por la que se insta al Gobierno a sumarse al homenaje al ex presidente Salvador Allende con ocasión del centenario de su nacimiento. Una cosa es condenar a Pinochet, otra muy distinta glorificar a Salvador Allende. Que hubiera predecido a Hugo Chávez en la imitación de Fidel Castro. Informa un periódico con aparente rintintin: "Eso, sí", los populares exigieron la misma condena para el dictador cubano; ¿cuándo? Preguntaba un tertuliano cuántos votos socialistas ha ganado el PP con su apoyo a la propuesta socialistas y cuántos de los suyos ha podido perder. Jamás se oyó decir que trabajar para el rival fuera cosa de personas precavidas y prudentes.

Tal vez falle el interesado y osado pitoniso en su pronóstico; acaso no sea tan evidentes el error en los datos sobre los que lo fundamenta. Pero es conocida la tendencia irresistible, según parece, de los políticos a nadar en la contradicción. Contradictorio y tartufo es el llanto hipócrita por la suerte de Rajoy. Si les parece un flojo rival, no resulta lógico el deseo de que desaparezca del campo de Agramonte que es hoy la política. Piensen en el dicho: "Otro vendrá que te mejorará". Coinciden algunos críticos en opinar que el PP tiene "mejor banco" que el PSOE. Hay quien cree que a José Blanco el mucho hablar no le da tiempo a pensar.