Bueno, pues ya está aquí, en cuestión de horas el nuevo año, el 2013. Un año bien singular, con una terminación, l3, número fatídico, que solo se cumple cada cien años, un siglo después. Muy pocos, solo los centenarios, perviven al último trece, al 1913, que sería el preámbulo a una larga época de guerras y desgracias de todo tipo: dos guerras mundiales, con la guerra civil española de por medio, un crack económico terrible, casi tan malo como el de ahora, al parecer, y, en general, con solo un respiro al final del siglo pasado. Algunos de los nacidos en el año que va a comenzar mañana o en años inmediatamente anteriores tendrán la posibilidad de llegar al 2113 y más al ritmo afortunado de la medicina moderna, que tanto ha alargado y seguirá haciéndolo las esperanzas de la vida, pero en todo caso y para la inmensa mayoría este año acabado en 13 será la única experiencia en tal sentido.

Naturalmente, los supersticiosos de todo el mundo, que son legión, tomarán sus precauciones cuando suenen hoy las doce campanadas de la medianoche. Y muchos que no lo son, pero por si acaso, que nada cuesta cruzar los dedos en ese momento o tocar madera o vestir ropa de color rojo, o lo que sea. Ritos de la salida y entrada del año, muchos, que en esta ocasión puede que acusen un agudizamiento especial, sobre todo a la hora de los brindis y de los deseos. Aunque tal y como están las cosas en España, y con las perspectivas existentes, serán muchos también los que se conformen con que el año que viene no sea peor que el que se va, un 2012 que nació si no con ilusión, lo que es imposible en las circunstancias actuales, si al menos con evidente esperanza, basada en el nuevo Gobierno que encabezaba Rajoy dando paso a la tan reclamada alternativa del PP y por una mayoría absoluta abrumadora.

Que luego para poco ha valido, según ha ido apreciándose a lo largo de los últimos doce meses, cuajados de palos, a cual más duro, y de decepciones que han calado hondo en la sociedad. Nunca como en este año que finaliza ha salido tanta gente a la calle, en toda España, para expresar su indignación y su protesta por las medidas adoptadas. Es que no hay sector, salvo el de los políticos, claro, que no se haya visto afectado por los ajustes y recortes. Rajoy ha hecho justo lo contrario de lo que prometió en su campaña electoral, acuciado por la situación y presionado por la Unión Europea, o eso se dice, y lo peor es que ello ha repercutido en pilares básicos de lo que antes era la sociedad del bienestar, como la sanidad y la educación, y que la ciudadanía se teme que puede repercutir todavía más.

Se entra en el 2013 con escepticismo en el mejor de los casos, aunque esta noche se aparque el sentimiento y se dé paso a la alegría y la diversión de la fiesta, en familia o con los amigos. Mañana será otro día, que ya Rajoy avisa de que el nuevo año será tan duro como el que vive ya sus últimas horas. Pide solidaridad el presidente del Gobierno pero la sociedad que le votó masivamente y le llevó a La Moncloa quisiera ver y notar, en este año que va a comenzar, los primeros síntomas de una política que sea capaz de transmitir algo de ilusión y esperanza con fundamento. Se necesita. Feliz 13 y que nos sea leve.