La Diputación de Zamora ha difundido esta misma semana que 695 familias han recibido el cheque-bebé de parte de la institución provincial en el período comprendido entre 2008 y 2012. Las ayudas, aprobadas en 2008, trataban de incentivar los nacimientos y adopciones en el medio rural y, por consiguiente, paliar el elevado índice de despoblación que sufren los pequeños municipios de la provincia de Zamora, especialmente de las entidades locales con menos de 1.000 habitantes. El 16 de marzo de 2008 escribí en esta misma columna un artículo pronosticando que estas ayudas no iban a conseguir los objetivos tan loables que supuestamente perseguían. Transcurridos cinco años, es el momento de comprobar si mis presagios se han cumplido o no.

Para ello, debemos comparar la evolución de la natalidad en los municipios zamoranos de menos de 1.000 habitantes, principales destinatarios de estas ayudas, antes y después de 2008. Como pueden imaginar, la tarea es relativamente sencilla. Según el Instituto Nacional de Estadística, si durante 2008-2011 (último año del que disponemos de cifras oficiales) en estas localidades se han registrado 840 nacimientos, en los cuatro años anteriores (2004-2007) los nacimientos habían sido 930. Y lo curioso es observar que desde 2008, primer año de la puesta en marcha de estas ayudas, nunca se han alcanzado tantos nacimientos (ya de por sí escasos) como en los años anteriores, cuando las subvenciones de la Diputación brillaban por su ausencia. Además, hay otro dato muy significativo: de los 227 municipios que en 2008 tenían menos de 1.000 habitantes, en 48 de ellos no se han registrado nacimientos desde aquella fecha hasta la actualidad. Por tanto, puede concluirse que el impacto de las ayudas a la natalidad en estas localidades y, por consiguiente, en el resto de la provincia ha sido nulo.

En la misma columna de 2008 a la que antes me refería escribía también que, aunque las ayudas o subvenciones a la natalidad sean bienintencionadas, la experiencia de otros países demuestra que estas medidas, por sí solas, son insuficientes para alcanzar los objetivos que se persiguen. A la vista de los datos de la evolución de los nacimientos en Zamora que se han expuesto, queda confirmado que efectivamente es así. La natalidad se favorece sobre todo con acciones que permitan la conciliación de la vida familiar y laboral, si se incrementan los servicios de apoyo a las personas (sociales, sanitarios, transporte, etc.) en las zonas rurales o si, por ejemplo, se impulsa la creación de nuevos empleos femeninos y no se penaliza, por parte de las empresas, la maternidad. Estas medidas se han puesto en marcha en otros países y han tenido un impacto mucho más directo que las subvenciones por nacimiento o adopción. Lo malo es que, en el caso de Zamora, la autocomplacencia se apodere de los impulsores de estas medidas y no seamos capaces de innovar, también en un asunto de tanta trascendencia para el futuro de esta provincia.