Ni el gol noventa de Messi, ni la irónica manita de Joaquín Caparrós a la afición del Betis, ni el inédito cabezazo de Simão que terminó en gol, ni la obra de arte de Sangoy para mantener las esperanzas del Sporting. El hecho del fin de semana, ya lo saben, señor presidente, señoras y señores diputados, fue la decisión de Mourinho y de las Alas Pumariño de sentar en el banquillo a Casillas y elegir a Adán para que sufriera el acoso de un excelente Málaga de Pellegrini y ser ahora la víctima de la sublime decisión. Ya se dijo que si Mourinho no existiera habría que inventarlo. Gracias a él los tertulianos deportivos, los finos analistas, los testigos y aficionados en general salvan la semana de vacaciones dilucidando si la suplencia de Casillas es otro paso del portugués para que Florentino Pérez le coloque la maleta en la puerta del Bernabéu, previo pago, eso sí, de los veinte millones de euros de indemnización.