No es que sea Navidad, de hecho los datos ahora presentados corresponden a octubre, pero acaba de publicarse la primera batería de datos económicos positivos para España en los últimos cuatro años. Como no podía ser de otra manera, no se refieren al comportamiento del sector público que sigue enfermizamente obsesionado con buscar la reducción del déficit público no por la vía de la reducción del gasto superfluo o sustituible, sino por la suicida de las subidas impositivas.

Porque en eso seguimos y así se lo ha recordado recientemente a nuestro Gobierno el economista americano Arthur Laffer, creador de la conocida como curva Laffer, quien tras 28 subidas impositivas nacionales en 2012 (por no hablar de los 50 incrementos de tributos autonómicos de 2011) ha dicho que subir los impuestos como está haciendo España es masoquista y ha recomendado al Gobierno el camino contrario, bajar todos los tributos, controlar el gasto y simplificar las regulaciones. ¿Difícil? No tanto, aunque tal vez políticamente incómodo y ahí es donde les duele a nuestros padres de la patria.

No son pues los datos públicos los que nos muestran los ya tan manidos, pero hasta ahora no vistos brotes verdes, sino los datos del sector privado relativos a nuestra balanza comercial exterior, que acaba de presentar el secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, una de las mejores cabezas del Gobierno y uno de los escasísimos liberales de verdad que habitan en ese bosque de socialdemócratas, de principios o sobrevenidos, que lo conforman.

En 2012 disminuye la diferencia entre lo que importamos y exportamos hasta términos que configuran la mejor balanza comercial desde que en 1972 se empezaron a recoger estadísticamente esos datos. Si en 2008, cubríamos con exportaciones solo un 66% de lo que importábamos, entre enero y octubre estamos ya en el 87% y si tomamos solo el mes de octubre, el dato es aún mejor, pues llega al 93% con una caída del déficit de casi un 60% con respecto al mismo mes del año pasado. Y ello a pesar del brutal coste de la energía que importamos, por la carencia de combustibles fósiles que padece España y por la absurda política antinuclear de la que presumimos, cerrando centrales, no construyendo nuevas y comprando a precio de oro la energía (nuclear) a Francia.

Claro que parte de esa mejora de la balanza proviene de la reducción de las importaciones ante la hecatombe del consumo en España por la crisis económica y la falta de financiación. Lo positivo es que otra parte importante de la mejoría viene de que nuestro sector privado, nuestra economía productiva, se ha lanzado decididamente hacia el exterior, porque la crisis no es global y hay muchos mercados y economías creciendo en niveles como no lo han hecho nunca. Al fin, muchos de nuestros empresarios se han dado cuenta de que si quieren salvarse hay que pelear fuera lo que aquí no se puede. No hay mal que por bien no venga.

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