No se trata de retroceder, sino de volver hacia los principios. No para renunciar a los avances conseguidos ni rechazar el camino del progreso, sino para redefinir el paso y elegir conscientemente el camino por el que seguir. No es solo en economía, por mucho que en esta situación que viven los países más adelantados parezca que la economía todo lo abarca. También en actitudes y comportamientos sociales. En el modo de pensar individual. En el trazado de esas finas líneas que definen, bajo el influjo de la ética o la moral, cuál es un comportamiento humanamente aceptable y cuál no lo es.