Se nota, se siente, la crispación social en Zamora. Basta con salir a la calle para encontrarse con alguien que te soltará a bocajarro su lógica indignación por lo que está ocurriendo, su enorme decepción con Rajoy y su cabreo cada día mayor con una casta política inepta e insolidaria. Que diez mil zamoranos se echaran a la calle el 14-N para clamar contra la situación fue más que revelador de cómo están las cosas y del estado de ánimo que predomina en la población.

Población que sigue yendo a menos en su constante sangría que no solo nadie frenó en los tiempos de las vacas gordas sino que se ha acelerado aún más con la crisis. Ni antes, ni ahora, ni nunca, los jóvenes tienen aquí trabajo, porque no lo hay, sencillamente, porque nadie crea empleo, y la única solución es coger la maleta o la mochila y marchar en busca de alguna oportunidad.

Zamora es, según el último resumen del censo, la provincia con menos crecimiento de población de todo el país en la última década, con un total de 7.477 moradores menos al final de 2011 que al final de 2001. Y la segunda más envejecida de España. Solo la capital se recupera un poco, un 0,88 por ciento al contar con 572 censados más, lo que da un total de 65.417. Otras pequeñas ciudades, como Ávila y Soria han crecido casi el 20 por ciento en el primer caso y un 15 por ciento en el segundo. Pero en general este problema de la despoblación sigue siendo el gran lastre de Castilla y León que apenas ha crecido un 3,4 por ciento en este periodo mientras que en el resto del país la media ha sido del 14,6 por ciento. Todas las medidas que en este sentido ha adoptado la Junta están siendo un fracaso.

No es únicamente la falta de empleo, aunque esta sea la causa principal y fundamental, la que ha origina el éxodo de los zamoranos, antes cruzando el charco y luego, como ahora, a las zonas industriales del país o hacia los países de la Europa más próspera. Pasan los años y la provincia no parece salir de su ancestral letargo. Los empresarios que podrían dar un paso adelante e invertir siguen fiando todo al maná. El comercio bastante hace con mantenerse. Y las instituciones locales, endeudadas hasta las cejas, se limitan a hacer lo que les manda el partido, sin denotar ninguna preocupación verdadera por Zamora más allá de lo que pueda redundar en intereses políticos.

La gente lo sabe y de ahí su desánimo y su enfado. La Diputación se preocupa mucho por la provincia, dicen quienes cobran por ello, pero resulta que en pleno siglo XXI existen pueblos zamoranos, algunos muy cerca de la capital, que carecen de agua potable y a los que hay surtir en camión-cisterna. Para depuradoras no hay dinero, pero sí para restaurar el Ramos Carrión, por ejemplo, o para pagar sueldos y dietas a los diputados. Vergüenza habría de darles. Y del Ayuntamiento, pues poco o nada cabe decir, con la capital en su mal estado crónico y sus gobernantes pensando en sanear cuentas a base de impuestos y de multas. Hasta ahí llegan. La oposición, vencida ante las mayorías absolutas y muy cómoda en el fondo, poco puede hacer y poco hace. Solo la calle parece rebullir, aunque sea de indignación.