Lo nunca visto. Gracias al ministro de Justicia, por fin la Justicia en España se ha puesto de acuerdo, ha hecho frente común, ha abandonado la comodidad o incomodidad de los despachos, y sus dilectos representantes y trabajadores han salido a tapar la calle, todos a una, como si de un nuevo Fuenteovejuna se tratara. Lo que Gallardón no consiga, no lo consigue nadie, a la historia le remito. La Justicia no solo está en la calle. La Justicia ha parado por consenso. La Justicia, más unida que nunca, ha protestado unánimemente contra la reforma de la ídem planteada por el ministro del ramo. Un ramo que promete convertirse en corona funeraria como los ánimos no se serenen. Y no se serenan. El cabreo es generalizado y esto no hay quien lo pare ¿O sí?

Todos, jueces, abogados, procuradores, funcionarios y ciudadanos se congregaban días pasados frente a la puerta de los juzgados españoles para mostrar su unión al parecer indisoluble contra lo que consideran la última afrenta del Gobierno popular con el último de los sectores públicos que les quedaba por tocar. Ya estamos todos tocados e incluso hundidos. Ya no queda un solo sector público que no haya pisado la calle para intentar paralizar las medidas que los diferentes ejecutivos patrios, bien sean nacionales o comunitarios, como en el caso de la comunidad de Madrid, plantean contra ellos. Esto es una especie de todos contra todos y, ya se sabe, a río revuelto, ganancia de pescadores.

Todos los colectivos, incluido el de los ciudadanos, protestan contra una reforma de acceso a la Justicia que consideran excluyente y que atenta contra los derechos de los ciudadanos. Reformar lo que está mal, está bien, incluso se hace necesario. Pero, reformar lo que está bien, está mal, muy mal, rematadamente mal, hasta el punto de que el personal se ha soliviantado y esto es solo el comienzo. Parece que el desánimo no cunde y nadie está dispuesto a arrojar la toalla. El tradicional conformismo hispano se transforma en una actitud beligerante.

Indudablemente, Gallardón ha conseguido él solito, un hito, el de unir a todo titirimundi contra su descabellada reforma. El ministro ha salido al paso de tanta protesta arguyendo que las tasas en España no llegaban al tercio de la media europea, sin caer en el detalle de que el poder adquisitivo de los ciudadanos españoles es muy inferior al de la media europea. Todos se muestran de acuerdo en considerar las tasas como una medida coercitiva de acceso a la Justicia. Hasta el Consejo General del Poder Judicial está por primera vez de acuerdo en una cosa, precisamente en esa de la medida coercitiva.

El «no a las tasas, Gallardón a tu casa» es el estribillo más repetido en las «salmodias» que los distintos colectivos judiciales dedican al ministro. Hoy por hoy, junto a Wert y De Guindos, Gallardón es uno de los ministros más depreciados del Gabinete Rajoy. Pocos alcanzan el aprobado y cada vez son más los que no pasan del cero patatero. El poder judicial, la Educación y la Sanidad permanecen en la calle protestando. Una se pregunta ¿y cuándo trabajan? Pero, claro, lo que se trae entre manos el Gobierno, en uno y otro caso, es lo suficientemente importante para estos colectivos y para los ciudadanos perjudicados, como para seguir jugando a tapar la calle. Y en verdad os digo, que por ella no pasa nadie.