Al menos merece respeto la pública manifestación de fe cristiana de Hugo Chávez besando el crucifijo que mantiene en sus manos. Antes de ponerse de nuevo en el quirófano de los especialistas cubanos el presidente de Venezuela expresó su esperanza en el favor de Dios. «Todo ayuda» decía en parecido trance doloroso. El profesor Tierno Galván al recibir las estampitas de la Virgen que le enviaban algunas devotas madrileñas. Es de creer que «Dios no abandona al buen marxista»; quiere que el pecador se convierta y viva. De alguna manera coinciden en la esperanza estos políticos de izquierda. Chávez y Tierno Galván, el creyente sencillo y el agnóstico dubitativo. Hugo Chávez ha confesado valientemente su confianza en el símbolo supremo de la fe cristiana; buen ejemplo para los católicos remisos a la invitación de Juan Pablo II, que los quería mas intrépidos. Enrique Tierno expresó en más de una ocasión respeto exquisito a la simbología religiosa y mantuvo efectiva tolerancia con las tradiciones cristianas. Respeto y tolerancia son valores que caracterizan al hombre civilizado y culto y lo distinguen del intolerante por sectario. Este es el caso de los diputados izquierdistas que han censurado con acritud y torpeza la felicitación navideña del presidente del Congreso porque se permitió incluir la reproducción de una clásica estampa belenística, que algún librepensador de justitas luces ha considerado ¡peligrosa! Sorprende más que ninguna otra la reacción del señor Coscubiela, parlamentario de Izquierda Plural; es lógico suponer que en esa decantada pluralidad no podrían caber políticos corno Chávez y Tierno Galván, ni serían recibidos los cristianos aperturistas «a siniestra» que tan buen juego dieron a la progresía cuando más los necesitó y nunca agradeció.

«La necedad anda agora muy barata». Lo que dijo de su tiempo Lope de Vega, vale para hoy. Los episodios necios corren parejas con los casos de corrupción que no cesan; unos y otros copan los espacios informativos de periódicos y emisoras de radio y televisión. La izquierda municipal y espesa ha descalificado a la alcaldesa Ana Botella por decidir que la tradicional cabalgata de Reyes recupere su verdadero sentido que no es otro que el de imitar el viaje de los generosos Magos desde sus tierras de Oriente hasta Belén. La polémica por la cabalgata que volverá más adelante, ha cedido al rifirrafe político provocado por la tragedia del Madrid Arena. Resulta ciertamente llamativo y escandaloso que en un país donde el imputado o acusado no se cree constreñido a dimitir se exija a tambor batiente que abandone su cargo el rival bajo sospecha. Tal vez no le falte un punto de razón a mi amigo el Castelar del barito cuando recuerda que el escalafón es el escalafón, según decía la madre del monaguillo a la muerte del Papa. En la madrugada del 17 de diciembre de 1983 -está cerca el aniversario- se produjo un horrible incendio en la sala Alcalá-20, «la discoteca de la Movida»; perecieron ochenta y tres jóvenes: no recuerdo que dimitiera el alcalde; pasados 11 años, la Audiencia Nacional absolvió a los ediles y condenó a los propietarios de la discoteca a penas que el público estimó benignas. Ha concluido como se esperaba, sin contentar a nadie, la comisión municipal constituida para investigar el luctuoso suceso del Madrid Arena. ¿Acaso alguna de estas comisiones políticas de investigación sirvió para algo? ¿Qué luz ha aportado al sucio asunto de los ERE la comisión de la Junta de Andalucía?

En efecto, la necedad anda ahora tan barata como en los tiempos de Lope de Vega. Se suceden episodios que demuestran que la estupidez humana no tiene límites, ni lugar fijo ni tiempo predeterminado. Las tertulias radiofónicas y televisivas no saben a qué carta quedarse, pues los casos jocosos les llegan en tropel. El último, el protagonizado por el diputado pepero Santiago Cervera se nos antoja rocambolesco, propio de una novela de nuestro paisano y muy querido amigo Miguel Martín. Se discute si el tal Cervera es un pícaro redomado o un ingenuo sin hiel; la calificación depende de la tendencia política del opinante mediático. Cuenta a su favor un hecho insólito en el día de hoy y que acusa hombría de bien; en pocas horas, ha presentado la dimisión, se ha dado de baja en el PP y ha dicho adiós a la política. Bien merece que lo más pronto que sea posible, se le reconozca inocente como se proclama, para que cunda el ejemplo. Habrá que esperar a que se encuentren los cabos de la madeja y se descubra quién la tramó, por qué y para qué. Suspense, que venga don Alfredo (Hitchcock).