Se ha comparado, tal vez con excesiva frecuencia, a la economía nacional con la economía doméstica. Y hay que reconocer que tienen mucha razón los que toman la comparación como base de razonamiento. En familias normales, si la economía doméstica se halla en peligro, lo que se ha comprobado es una unión en piña para poner cada uno de su parte lo que pueda aportar al sostenimiento de la casa y para que no se vaya todo «al traste». Hasta el más pequeño rompe su hucha y entrega sus ahorros al acervo común. Tal era antes el proceder en una familia normal. No sé si hoy se podrá afirmar ese proceder en la mayoría de las familias; en todas, no, por desgracia. Entre los vicios más dolorosos de nuestra sociedad se encuentra el egoísmo; el individualista también, aunque se trate de una familia de las que llamamos «normales». Y, si eso ocurre, como es evidente, entre los miembros de una familia, unida al parecer, no puede parecer extraño que nos encontremos con una sociedad insolidaria y un, otrora inusitado, espíritu de medro personal, a costa de lo que sea. Y «lo que es» consiste en buscar ese medro personal pisoteando -si es preciso- hasta la justicia, con el prójimo y, sobre todo con lo público de cuyo dinero alguna persona, entonces relevante, dijo que no era «de nadie». Cada día surge un Ferrer o un cualquier otro apellido encenagado en el lodazal de la corrupción por cantidades millonarias. Si hasta ahí llega hoy el espíritu de «acaparamiento», ¿cómo puede extrañar que se guarde lo propio y no se arriesgue a perderlo invirtiéndolo en empresas más o menos inseguras? Puede ser comprensible que todos aquellos que posean un capital respetable lo «entierren» bajo un ladrillo de un banco o en alguna otra parte donde no tenga peligro de esfumarse. La prudencia llevada a sus términos más estrictos de seguridad dará ese consejo; pero, si la patria (nuestra gran familia) se encuentra con un paro tan escandaloso como el que existe y no queda ahí, sino que va aumentando, una prudencia menos cicatera aconsejará analizar bien los riesgos y huir a lo seguro eligiendo las empresas menos arriesgadas para proporcionar riqueza a la nación, empleo a los conciudadanos y, también, -¿por qué no?- un racional beneficio para el capital invertido. Lo expuesto afecta a los españoles que tienen y lo guardan sin exponerse a perderlo.

Pero quiero referirme en este momento a los españoles que tienen capital y, en lugar de invertirlo en nuestra patria, lo llevan a otras naciones -algunas muy lejanas- para fundar allí empresas lucrativas, fundándose casi siempre en los bajos sueldos que allí se pagan en comparación con los sueldos que rigen en España. Con toda franqueza no apruebo esos viajes que organizan los próceres de nuestro país acompañados de una pléyade de empresarios para que estos dinamicen la economía china, por ejemplo, o de cualquiera de esos países en los que se abonan sueldos que en España no admite ningún asalariado. La codicia de tales empresarios aconsejará tal medida; pero mi humilde opinión es que, si invirtieran es España, proporcionarían riqueza -que nos falta- y el desempleo tomaría el rumbo contrario al que adopta en estos momentos. Viajando con su bolsa al extranjero no hacen «patria»; incluso en los casos en los que van a explotar recursos naturales de los que aquí carecemos. Si mi familia tuviera posibles y estuviera a punto de perderlos, no alabaría que un miembro de la misma llevara sus posibles a otra parte y dejara que la familia cayera en la quiebra al tiempo que sus componentes estuvieran sometidos a un desempleo destructor de la armonía y del bienestar que su «hermano» calculador pudiera proporcionarle. Nunca acaudillaría un éxodo de capitales como el que alegremente -incluso con alabanzas muy sonadas- fomentan nuestros gobernantes. Deberíamos tomar en eso el ejemplo de ciertos inmigrantes en España: No conozco ninguna empresa china -por ejemplo- que emplee a españoles. Y lo mismo puede decirse de hindúes y otros extranjeros. Nos sacan el dinero con sus ventas y lo envían a su país. El mucho dinero que tienen algunos españoles debe quedar aquí transformado en empresas que absorban esos millones de parados.