Florencio, buen amigo: Te fuiste en silencio y antes de tiempo, no pudimos despedimos ni terminar proyectos y conversaciones pendientes. ¡Hasta pronto. Cuídate! Te dijimos la última vez que te vimos en Huete, sin saber, claro, que en breve partirías de la mano del ángel del arte hacia otros museos, otras galerías, con otros pintores amigos, a otros mundos donde seguirás deleitando con tu conversación pura, elocuente, riquísima, didáctica y divertida. Eras una escuela abierta a todos. No sé si todos pudimos apreciar la inmensa y profunda sabiduría que encerraba.

A lomos de tu Clavileño cruzaste muchas veces La Mancha conquense siguiendo los pasos de aquel otro soñador, buscando la justicia y la belleza, divulgando el arte, promoviendo su apertura a todos los ciudadanos, compartiendo y contagiando tu emoción y tus sueños, ayudando a los jóvenes pintores que tuvieron en ti el mejor mecenas posible.

Tu amor al arte fue tan inmenso que le dedicaste por entero tu vida, a través de él querías cambiar el mundo, cuyo futuro veías en esos niños que acudían a tus exposiciones, que miraban con dulzura y asombro los cuadros y escuchaban con ternura tus palabras: «Esto es por vosotros, para que conozcáis y améis el Arte y así seáis buenas personas y ciudadanos honestos y generosos».

Tenías gran complicidad con los niños y con los jóvenes, porque tú eras un niño, veías el mundo con ojos de niño, compartías como un niño generoso tu sabiduría, soñabas, soñabas, soñabas... hasta el último momento proyectabas tantas cosas, siempre con la idea de que el arte era de todos, que todos los seres humanos debían disfrutar de él, que debía llegar a todos los rincones.

Cuando algún Sancho amigo te recordaba las limitaciones de la edad, de la salud, de la incomprensión o de las dificultades, lo hacías callar en seguida: «Tú no sabes nada, no sabes cuántas cosas tengo en la cabeza, cuántas cosas quedan por hacer». En el último viaje que hiciste a Huete, ante algunas de esas reflexiones sobre la necesidad de aminorar un poco tu actividad le dijiste al amigo que conducía: «Anda avanza, me esperan unas pintoras de Madrid y tengo que atenderlas, ahora eso es lo importante».

Sentías a veces que las personas que debían apoyar tus proyectos generosos no lo hacían y también como Don Quijote te hiciste el loco muchas veces, y luchabas contra gigantes y molinos y seguías adelante hasta conseguir el Sueño. ¡Qué gran ejemplo de constancia y tesón por la Cultura! Vuela tranquilo en tu Clavileño celestial porque esa llama que prendiste en tu tierra y en el mundo, jamás se apagará. El gran amor, por el que preferiste vivir y morir pobre, con tal de que disfrutáramos de tu Verdad, ya ha conseguido que el mundo sea un poco mejor.

Tu obra es inmensa y perenne como el entrañable y profundo recuerdo que nos dejas.

¿Recuerdas, Florencio? Un día no hace mucho tiempo, hablando de Alberto Hernández, te dije que me gustaría que Zamora supiera lo mucho que has hecho por mostrar, divulgar y valorar la obra de uno de sus grandes pintores. Museos, exposiciones, folletos, carteles... cómo nos diste la oportunidad de conocerlo a los zamoranos que tuvimos la suerte de recorrer contigo una parte del camino, y cómo luchaste por abrir su Museo. Te pareció bien la idea y aceptaste que se escribiera algo sobre el tema. Hoy sonreirás con mis pobres y humildísimas palabras, pero aunque sea un poco tarde, sabes que lo hago con amor e inmenso agradecimiento.

Siempre recordaremos la preciosa exposición en Huete, «El Románico de Alberto Hernández». ¡Qué deliciosas obras pudimos contemplar y qué orgullosos nos sentimos nosotros de ser de su tierra!

¡Gracias, Florencio! en nombre de todos los zamoranos que se quieran unir a este sencillo homenaje y recuerdo. Nos queda Quesa para poder admirar la obra de Alberto, que desde algún lugar te agradece sin duda cuanto hiciste por su legado. Te prometemos que también nosotros cruzaremos La Mancha de vez en cuando para visitarlo y gozar de la belleza sublime que tú custodiaste, nos diste a conocer y forma parte de nuestro acervo. Su pintura y el arte en general será también para nosotros un bálsamo en los momentos difíciles como fue para ti ese paisaje suyo que contemplabas largas horas en las noches de insomnio de las últimas semanas y que constituía tu mejor medicina. ¡Qué orgullo saber que un gran hombre se fue acompañado en su enfermedad por un cuadro de nuestro paisano Alberto Hernández!

Descansa en paz. Ahora sí.