Aunque ya nadie se asombre de nada porque esto es España, donde todo es posible, no ha dejado de llamar la atención el escaso, escasísimo eco que han tenido las grandes manifestaciones celebradas en Madrid y Barcelona, el día de la Constitución, por la unidad de España. Asistentes tuvieron muchos, miles en ambas ciudades, pero los medios no han reflejado el éxito de la convocatoria ni apenas la convocatoria misma. Un periódico nacional ha habido que ha despachado el asunto con 26 líneas, lo que no es de extrañar dada su línea izquierdista, pero en otros ha destacado el pobre tratamiento dado a un hecho significativo y que ha venido a ser una réplica masiva al reto catalanista de Mas y un recordatorio de posturas ante el proyecto soberanista que mantiene incólume el País Vasco.

¿Será que en esta sociedad actual no resultará correctamente político o políticamente correcto defender la unidad de España? Pues sí, eso debe ser. Precisamente la manifestación en Madrid la había convocado una asociación en defensa de la unidad de la patria. Y en Barcelona, PP y UPyD habían apoyado el acto reivindicativo. En ambas concentraciones se dieron cita buen número de políticos pero matizando pazguatamente que a modo personal. Solo las asociaciones de víctimas del terrorismo dieron la cara, como siempre, sin las medias tintas ni las hipocresías habituales en los políticos.

No ha sido solo eso lo que contribuye a expresar lo que se puede esperar un día de esta clase que desde sus partidos, subvencionados por el dinero de los ciudadanos, nos gobierna a través de las instituciones del Estado, las autonómicas y las locales. Ahí está lo ocurrido con el director de la revista «Ejército», órgano oficial de las fuerzas armadas, un general que ha sido fulminantemente cesado de su cargo por osar criticar la postura secesionista del presidente catalán. El ministro de Defensa se ha dignado dar una explicación: que no era por lo que el militar escribía sino por hacerlo en una revista del Ejército, pues no se pueden mezclar temas políticos con temas militares. Para que luego haya ingenuos que crean que no hay ninguna censura, que aquello acabó con la dictadura.

Naturalmente, desde el PSOE, en boca de su jefe Rubalcaba, se ha aplaudido hasta con las orejas la decisión tomada y lo mismo ha hecho el resto de la izquierda. La Constitución y todo eso del poder civil, ya se sabe. Claro que la Constitución prohíbe también lo que dice Mas y ahí está. Pero no se iba a dejar pasar la oportunidad de poner las cosas en su sitio y recordar quién manda aquí y cuál es el papel de todos los demás, aunque en Cataluña se permitan si se tercia soltar toda clase de bravatas al respecto. Por el otro lado, a tragar sapos y a templar gaitas no se nos vayan a enfadar los soberanistas y nos tilden de antidemócratas y fachas, faltaría más.

O sea, que tampoco en este terreno se avanza, ni sin crisis ni con ella, ni con amenazas de romper la unidad de España siquiera. Y se recorta sin rubor la libertad de expresión que luego aseguran que a nadie se niega. Produce grima todo ello.