Que no dura una semana sino un año entero. Que si, como dice el chiste, los de Bilbao pueden nacer donde les dé la gana, nosotros los zamoranos hacemos que la Semana Santa sea la protagonista de cualquier semana del año. Faltaría más. Tengamos en cuenta que igual que Su Santidad nos dice ahora que los Reyes Magos de Oriente llegaron de Occidente, que es donde está Huelva en referencia con Israel, cualquier día será oficial que Cristo vino a la Tierra no por otro motivo sino que Zamora pudiera tener su Semana Santa y ésta a sus semanasanteros más notables.

Como ciudadanos, criticamos con insistencia, habitualmente con razón y frecuentemente con gran dureza a nuestros políticos. Por sus errores, por sus negligencias, por sus actitudes y por tantas otras cosas, sin terminar de darnos cuenta de que la política no es otra cosa sino el vivo reflejo de la sociedad en la que se imbrica. Los políticos, una selección, como otra cualquiera del código genético de los ciudadanos entre los que son elegidos.

Cosa no muy distinta pasa en Zamora con todo lo que se mueve alrededor de su semana grande. La Semana Santa ha adquirido tal importancia en Zamora con el paso de los tiempos, que no puede por menos que convertirse en el alambique en el que se destilan todos los humores que nos caracterizan individual y colectivamente.

El circo lamentable, esperpéntico, dramático y cómico que se representa estos días por enésima vez, no hace sino destacar alguna de las enfermedades más graves que como sociedad hemos incubado y alimentado a lo largo de los años. No puede ser de otra manera y no es algo excepcional. San Fermín es de los pamplonicas porque los pamplonicas son San Fermín. Zamora es su Semana Santa porque la Semana Santa es la forma en que los zamoranos que la cultivan, ensalzan y magnifican.

Las algaradas grupales siempre a la contra, muy raramente a favor de algo, el negativismo congénito, la hipocresía y el cinismo, el mantener una cosa de cara y ejecutar la contraria por la espalda y a traición, sin siquiera tener la justa causa que impulsó el brazo de Bellido Dolfos, se convierten en señas de identidad de nuestro actuar más reconocible y destructivo. Caciquismo social en estado puro, que siempre es responsabilidad del que lo ejerce y de quienes lo dejan ejercer en el pensamiento de que puede que a mí me caiga algo y a ese otro no.

Miguel Martín y su clarividente y desternillante «Iros todos a hacer puñetas» recupera plena actualidad y sigue estando tan fresco como cuando fue escrito. Pasan los años, no las actitudes. Mientras no abdiquemos de ello y variemos nuestras costumbres como pueblo, aprendiendo de un pasado que nos ha traído, generación tras generación, al punto donde hoy estamos, Zamora no tendrá un futuro esperanzador. Y así semana tras semana.

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