Las aguas, convertidas en caudalosas, fueron fronteras naturales insalvables, también para Aliste, Tábara y Alba, con tres grandes ríos en su periferia: Manzanas, Duero y Esla. Mientras Jesús de Nazareth solucionó el problema caminando sobre las aguas del río Tiberiades, los alistanos, tabareses y albarinos, cruzaron a «trocho mocho», vamos, a vida o muerte Luego llegaron las barcas como solución a veces terminada en auténticas tragedias. Muchos fueron los que perecieron ahogados. Importantes fueron los primeros puentes: el romano de Ricobayo dando paso al Itinerario XVII de Antonino y el Castrotorafe.

En 1801 las deficientes conexiones llevaron al Gobierno de España a construir en Perilla de Castro, antiguo «Cordel de Extremadura», un puente de 252 varas de largo y 18 pies de ancho, con cuerpos de guarda para custodia y casa del administrador del portazgo. Tan bello como endeble, era de madera y al poco tiempo lo arrastró el Esla.

En 1863 Martínez Echevarría redactaba el puente de trece vanos de sillería, que se culminó en 1870. Estuvo activo hasta 1931. Un año antes, en 1931, José Crespo Alvarez, redactaba el proyecto del hoy conocido como Puente de la Estrella, con 270 metros de longitud, a 800 aguas arriba del anterior.

En el siglo XV dos caminos «Carrevillafafila» (Tierra de Campos) y «Los Contrabandistas» (Tierra de Tábara) se miraban de frente al llegar al Esla allá por «El Castillón». Victoriano Fernández Oliva fue el primer ingeniero encargado, en 1915, de realizar un proyecto, para el hoy «Puente Quintos», y unir Tábara con la Tabla (estación del Ferrocarril). Las canteras de Bretó y de Santa Eulalia (Quintos y Mangas) surtieron la piedra para construir en 1922 un viaducto, siendo el constructor Manuel Troitiño y los ingenieros de obras José Crespo y Alfonso Rojo. Se entregó en 29 de diciembre de 1924, aunque la liquidación no llegó hasta 1928. El majestuoso puente, aún en uso, tiene 126,40 metros, formado por nueve bóvedas de cañón con once metros de luz cada una. El «Puente Chiquito», de Manzanal, tuvo corta vida, apenas cuatro años, pues en 1934 lo sepultó el embalse del Esla.