En un espacio corto de tiempo se han celebrado en España elecciones autonómicas en las tres comunidades históricas con resultados claramente diferentes en Galicia con respecto a los obtenidos en el País Vasco y Cataluña. La situación social española, marcada por la crisis y los recortes en el Estado del Bienestar, era similar en las tres regiones. Pero antes de entrar en los resultados cosechados en las tres comunidades y sacar algunas conclusiones básicas conviene recordar brevemente algo de la Historia de España, especialmente a partir de la Revolución Francesa que originó un fuerte debate sobre la nación española que culminó con la Constitución de Cádiz de 1812 donde se propugnaba la idea de nación sobre los principios de soberanía, ciudadanía y constitución. Aquel patriotismo ilustrado del siglo XVIII desgraciadamente no evolucionó y se creó a partir del siglo XIX un estado débil que se metió en guerras devastadoras, perdió el imperio americano y su poder naval. Nos separamos de Europa y quedamos aislados. Como consecuencia España se había quedado casi sin Estado. A este debilitamiento le siguió un fuerte localismo donde existía un sentimiento cultural propio apoyado en su lengua y, en algunos casos, como sucedió en Cataluña y el País Vasco, acompañado por un fuerte impulso industrial y económico. En Galicia fue fruto más bien de una minoría intelectual, dentro de un marco económico plenamente rural, atrasado y aislado. Claro que los mitos románticos falsearon y distorsionaron situaciones históricas en dichas regiones como ocurrió también con el llamado nacionalismo español, pero no fue una invención su conciencia de identidad cultural ni la necesidad de reestructurar el Estado español y su Administración territorial. En esas aún nos encontramos.

Pero volviendo a las elecciones. En Galicia, la menos desarrollada de las tres Autonomías, gobierna el PP con una clara mayoría que, salvo excepciones, siempre ha ocupado. El peso de las fuerzas claramente nacionalistas no superan el 12% en escaños o el 26% en votos escrutados. Los socialistas han perdido peso político en la Comunidad igual que ha ocurrido en el País Vasco y Cataluña, pero eso es otra historia que comentaré más tarde.

En el País Vasco, por primera vez, se han celebrado elecciones en un marco de libertad pudiendo expresarse todas las fuerzas políticas representativas de su peculiaridad social. Además de ganar el PNV, el conjunto de las fuerzas nacionalistas suponen el 79,75% en escaños y el 59,61% en votos escrutados. Estos datos ya marcan una clara diferencia con Galicia porque la fuerza nacionalista es mucho más potente y está mejor estructurada que la gallega. A pesar de ello también es claro que los dos partidos hegemónicos nacionalistas, el PNV y EH Bildu, son bastante diferentes en su base social y en su modelo de país ya que en EH Bildu reside una ideología de izquierda de la que el PNV carece.

En Cataluña tenemos los datos calientes ya que se celebraron las elecciones el domingo 25 de noviembre. Al margen del error que ha cometido CiU al convocarlas cargando toda la tinta sobre el proyecto independentista, lo cierto es que los resultados le han dado la razón, otra cosa es cómo se puede administrar el futuro. De nuevo CiU ha sido el ganador claro de las elecciones aunque bajando significativamente en escaños que parece que casi todos se han pasado a su principal competidor, ERC. Pero las fuerzas nacionalistas catalanas han conseguido el 64,4% en escaños y el 57,7% en votos escrutados. Lo mismo que pasa en el País Vasco entre el PNV y EH Bildu, en Cataluña las diferencias entre los cuatro partidos que tienen una cierta base nacionalista es muy llamativa.

De nuevo insisto en que los partidos nacionalistas son bastante distintos entre ellos; tienen un denominador común, la independencia, pero todo lo demás es diferente. Sin embargo, tanto el PNV como CiU tienen un componente idéntico en donde reside tanto su fuerza como su fragilidad. Son partidos de derecha, conservadores y representativos de una clase media y alta en lo individual y aglutinadores de empresarios medios, comerciantes e industriales. Esta base le puede dar mucha estabilidad pero si se la asusta demasiado, y así ha ocurrido con los mensajes de independencia y separatismo tanto por parte del señor Ibarretxe como el señor Mas, pueden perder votantes rápidamente. Sus votantes no quieren asumir demasiados riesgos y pedir la independencia respecto a España los tiene por todos los lados.

En resumen, el sentimiento nacionalista de estas dos regiones -País Vasco y Cataluña- sigue más vivo que nunca aunque debido a las diferencias estructurales e ideológicas que existen entre sus componentes, lo difícil será administrar ese denominador común que todos sienten, que es el independentismo. Sería un error pensar que esas diferencias no pueden cuajar algún día o que como el señor Mas ha fracasado a nivel personal y de partido, podemos ignorar el fondo de la cuestión. Los políticos españoles son muy dados a no ver los problemas importantes o dejarlos aplazar sine die. ¿Cuál es la única solución? Reconocer la realidad, la singularidad y negociar; lo demás es aplazar el importante problema que sigue teniendo la estructura del Estado y que viene de lejos como se ha visto antes.

Por último recupero el análisis sobre los resultados del PS en estas tres últimas elecciones. En todas ellas ha perdido peso y la causa principal es que está fuera de sitio, descolocado, sin encontrar su mensaje. Son varias las causas. La primera es que aún está tocado por la resaca que le dejó el señor Zapatero. Por otra parte, a nivel nacional y dentro de la crisis, no encuentra el mensaje ni el líder apropiado que se desmarque claramente de la derecha y de su discurso monótono de «austeridad» y «no existe otra solución». ¿Para qué están los políticos si no es para encontrar soluciones? Mientras no encuentre ambas cosas seguirá perdido. Su posición en el tema autonómico es más de lo mismo. Quiere jugar a dos bandas y no juega a ninguna. La debilidad de su mensaje es evidente. Quiere complacer en parte a los votantes que se sienten nacionalistas y a los que no lo son. Sacar el discurso del federalismo a estas alturas de la película, sin apoyos, sin tener visos de realidad, es un ejemplo de su debilidad.

Volviendo al principio, España no puede prescindir de ninguna región, autonomía o país, como quieran ustedes llamarlo. Para eso necesitamos políticos de altura, que no abundan en España. Y el único camino es el pacto y la negociación reconociendo la realidad y respetándola.

(*) Miembro del Foro Ciudadano de Zamora