El viernes estuve en el municipio salmantino de Monleras realizando una salida de campo con los estudiantes del Máster en Servicios Públicos y Políticas Sociales de la Universidad de Salamanca. La experiencia, que se inició hace ya cuatro años, resultó una vez más muy enriquecedora por, entre otros motivos, la acogida que año tras año nos vienen dispensando los responsables políticos, los técnicos y los vecinos. En esta edición, sin embargo, la salida de campo se convirtió en una experiencia didáctica de primer orden al compartir con los jóvenes, los mayores y los niños, en diferentes escenarios de la localidad, sus problemas e inquietudes. Con este tipo de experiencias, los estudiantes aprenden sobre el terreno la manera de analizar los problemas sociales de los pequeños municipios y el modo como se pueden poner en práctica herramientas de dinamización económica, política y social.

En el caso de Monleras es muy fácil trabajar estos asuntos ya que, desde hace más de 30 años, la localidad salmantina es una referencia nacional e internacional en desarrollo local y comunitario. Con menos de 300 habitantes, Monleras es un hervidero de actividades culturales durante todo el año y un escaparate de proyectos de desarrollo innovadores, únicos e irrepetibles, que se han convertido ya en referencia para otras zonas de España. Monleras, que posee unas infraestructuras y equipamientos culturales modélicos, es un modelo de desarrollo local y de participación de la población que, como consecuencia de su dinamismo, ha obtenido varios premios nacionales, compitiendo, en algunos casos, con capitales de provincia y municipios con unos efectivos demográficos muy elevados. Si escribo sobre Monleras no es únicamente porque sus gentes me hayan atrapado, que sí, sino sobre todo porque esta localidad puede y debe convertirse en un referente para otros municipios de Castilla y León y, de manera muy especial, para los pueblos de Zamora.

Monleras es un ejemplo que echa por tierra los discursos pesimistas que insisten en que el mundo rural apenas tiene futuro. Aunque es verdad que Monleras es una experiencia minoritaria, no obstante, yo disfruto cuando compruebo que hay personas que, lejos de sentirse derrotadas por las adversidades del día a día, tiran del carro y piensan que el ámbito municipal a pequeña escala es un instrumento muy poderoso para cambiar las cosas. Quienes no creen en estas cosas es imposible que sospechen, por ejemplo, que otro futuro es posible también en el mundo rural. Monleras es un magnífico ejemplo de superación personal y, sobre todo, de esfuerzo y progreso colectivos. De Monleras se puede extraer además otra lección: siempre se deben emprender proyectos de desarrollo contando con los intereses de la población. Las iniciativas de desarrollo que son impuestas desde fuera o que son controladas por las élites políticas, económicas o sociales de un territorio están condenadas al fracaso. Por eso precisamente debemos aprender de los que han sido capaces de creer en las fuerzas y potencialidades de la población, de los vecinos, como en Monleras.