En Zamora, los dueños de mil ochocientas parcelas, unos ocho millones de metros cuadrados de terreno, se han quedado sin cobrar la PAC por sus tierras porque los que mandan en el Ayuntamiento han decidido cambiarles el calificativo, de manera que donde decían que era suelo rústico dicen ahora que es suelo urbanizable.

Y por más que sigan cultivando patatas y pimientos picantes como siempre, para la PAC y para el PGOU, que son las normas que planifican y organizan estas tierras, la situación es muy distinta.

Para la PAC han dejado de ser tierras agrícolas, aunque se cultiven, y por ello no reciben ninguna subvención de Europa.

Para el PGOU se han convertido en suelo edificable, aunque se sigan cultivando, y por ello su valor catastral ha aumentado mil veces, porque no vamos a comparar lo que vale un tomate, con el «tomate» que puede suponer urbanizar los terrones y surcos, y cambiar la cosecha de hortalizas de la tierra por «chalecitos adosados con parcela ajardinada» y para rematar, campo de golf.

Lo que en los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria y en algunas zonas de España podría ser un verdadero «pelotazo», en la Zamora de siempre y más aún en la de hoy con las cifras del paro disparadas al alza, supone una verdadera ruina para la gente a la que se le quita el pan y la PAC hoy, para seguir hambrientos mañana.

¡Nada menos que ocho millones de metros cuadrados para urbanizar en una ciudad con la población estancada o en descenso y los jóvenes aprendiendo alemán para emigrar como sus abuelos! ¿A quién se le ha ocurrido tamaño dislate?

Ahora se echan las manos a la cabeza, ¡la que ha armado Valdeón!, e intentan salvar los muebles, o los inmuebles mejor dicho, porque se ha causado un gran perjuicio sobre todo a los agricultores que no pueden cobrar la PAC y que tienen que pagar en impuestos más de lo que ganan con las tierras que siguen cultivando.

Pero en este revuelo, alguien obtiene beneficios, y no precisamente los dueños de las tierras, sino el Ayuntamiento que ha tomado la decisión de convertirlas en urbanizables, y que solo por eso, por cambiar su nombre en nombre del pueblo que los vota, aunque sigan siendo las mismas tierras va a recaudar cerca de cuatrocientos mil euros más. ¡Eso sí que es más que pan para hoy!, mejor dicho, pan para los bancos que financian las deudas de los malos Gobiernos.

Igual que los campesinos de Zamora, el pueblo pide pan para hoy. Por eso dice no a los recortes de sueldo, porque hay que comer todos los días. No a los recortes en educación, porque tenemos que estudiar ahora; y en Sanidad, porque nos duele hasta el alma en este momento. Por eso necesita los cuidados para las personas dependientes hoy -quién no depende de alguien-, y el trabajo y la vivienda para vivir el presente.

Y es que nos están quitando el pan para hoy, con la disculpa del mañana sin hambre.

Pero está hablando el pueblo de Zamora, los campesinos, para decir que quieren el pan y la PAC de hoy porque el futuro que les cuentan en el Plan de Urbanismo, el de una ciudad de 170.000 habitantes, no existe. Y si existiera, no sería nunca la justificación del hambre de hoy.

También decía Agustín García Calvo que el futuro no existe y que si algo bueno había en sus palabras, no era él, sino lo que quedaba en él del pueblo, quien hablaba. O algo parecido. No era el lingüista premiado, ni el solemne catedrático, ni el estudioso filólogo, ni el excelso poeta, ni el original pensador. Era el pueblo que aún quedaba en él, si es que quedaba. El habla del pueblo que llama a las cosas por su nombre, que sabe lo que quiere sin necesidad de esperar el futuro, que nos dicen que es el hambre si no renunciamos al pan de hoy.

Hablando del pueblo y del pan de cada día, he querido recordar las palabras buenas de Agustín, porque habla el pueblo. Un pueblo que ha estado llorando cuando la muerte ha sido el presente, y que lucha por el pan para hoy porque el futuro no existe. Y si existiera, no sería tampoco la justificación del hambre de hoy.