El derrumbe del sector de la construcción ha supuesto un grave y duro revés para los hombres de Aliste. La construcción del Salto de Ricobayo por la Sociedad Hispano Portuguesa de Transporte Eléctricos «Saltos del Duero» abrió las puertas laborales a los alistanos hacia el oficio de encofradores: carpinteros y ferrallas. Ochenta años después Aliste cuenta con los mejores encofradores, hombres que han contribuido a levantar centrales nucleares como las de Lemoniz, Garoña y Trillo, viaductos como el de «Los Cabriles» o «Quintos» o edificios como las «Torres Kío». Durante décadas el acero y el hormigón han dado de comer a muchas familias. La crisis y la recesión del ladrillo ha arrastrado en su caída a muchos alistanos al paro, obligándoles a regresar a su pueblos. La Escuela Laboral de Aliste abrirá de nuevos sus puertas a la formación y ahora, más que nunca, debe conseguir el objetivo de su mentor: José Luis González Vallvé. Las pizarreras extraen de nuestro ecosistema, muchas veces a precios de risa, la materia prima en forma de pizarra. Están en su derecho, sí señor, pero donde hay derechos hay deberes y ellos, empresas como Pizarrras «El Sol» y «La Luna», tienen la obligación de devolver a los alistanos el favor en forma de creación de empleo. Que esta tierra reciba al menos parte de lo que genera. No es cuestión de ética, lo es de justicia, pura y dura.