Es una atardecida calurosa de agosto, arden miles de hectáreas desde Cubo de Benavente hasta Ayoó de Vidriales; el humo, una nube de decenas de kilómetros, se ve desde el mirador de la Mota. En la lejanía no puede apreciarse el desolador aspecto de tierra quemada que se intuye, pero es indudable que el daño de estos desastres ecológicos no se recuperara más que con períodos de paciente espera.

Meditando, sobre las calamidades de este año de sequía pertinaz y hogueras monumentales provocadas por insensatos, no puedo por menos que recordar aquellos años sesenta del siglo pasado cuando en verano, la prensa, tal vez dirigida por el control gubernamental, para estimular la lectura estival, resucitaba el monstruo del Lago Ness, y en las playas españolas se avistaban grades cetáceos, y en el interior peninsular se hacían avistamientos misteriosos de ovnis: eran las misteriosas serpientes veraniegas para tener de que hablar.

Llevamos años en los que el verano y el invierno se confunden porque, por desgracia, no hace falta recurrir a ninguna argucia narrativa para tener que comentar los dramas que nos acucian, nos complican la vida y nos dejan helados. Este verano, de calores y noticias que queman, estamos asistiendo a un derroche sin par de fuegos, deudas soberanas y desastres que, según estiman los entendidos, nos llevaran entre huelgas y demás festivales sindical-pesoistas, a los previstos espectáculos folclóricos carnavaleros de otoño para finalizar entre farolazos, como el rosario de la aurora.

Este verano de luminosas candelas de pirómanos juguetones, nos han dejado unas serpientes veraniegas de silbido ensordecedor y mordedura envenenada que nos ha mantenido en vilo, (consecuencia de la ruina sociata), entre dolorosos intereses de primas riesgo-país por un dinero necesario para pagas de funcionarios y pensiones; con la serpiente etarra de huelgas de inapetencia de los bien tratados, los bochornosos malandrines criminales confesos de celebraciones de rioja y champán; con el caso del moribundo verdugo asesino que ha sido tratado con respeto, el que él no usó con sus desoídas victimas, por un Gobierno de cuatro pamplinosos con mayoría absoluta que ha usado guante de seda como burla de la justicia y dolor de los afectados, entre los que me encuentro yo.

Hoy, aún en verano, ante la iracundia, el talante partidario del PSOE y la actitud de los nacionalistas sectarios y fanáticos, (incluida la criminal ETA) con los líos de las autonomías rebeldes y demás zarandajas, me atrevo, con estos timoratos del PP que nos gobierna de manera melindrosa, para recordarles que desde los albores de nuestro idioma castellano, el príncipe don Juan Manuel, en «El Conde Lucanor», como sentencia en el cuento n.º XXX, dice con mucha claridad y sentido común: A quién no te agradezca nunca lo que has hecho.

No sacrifiques nunca tu provecho.

¡Basta ya de pamplinas y mojigaterías.