En todo santuario hay una serie de datos, citas, comentarios, leyendas o simples dichos que en muchos casos constituyen auténticos motivos para dedicarle unos instantes y al final dejarlos como están porque nos pueden, como dice la frase, y no podemos ni añadir nada y menos quitar y en este caso nos encontramos hoy junto al santuario de Nuestra Señora del Agavanzal en el termino de Olleros de Tera, junto a este río que marca y señala viejos caminos medievales que llevan desde mediados del siglo doce al sepulcro del apóstol Santiago, un lugar de llamada y de encuentro cada día más atractivo y vivo como es fácil comprobar.

Junto al viejo camino que discurre desde el pueblo a través de tierras de labor, se encontraba un montoncito de cantos que según la tradición era el lugar donde se apareció la Virgen, constituyendo aquel pequeño espacio una especie de reliquia que se miraba con cierto sentido, un tanto reverencial.

Algún erudito llegó a opinar que aquel montoncito de cantos variados era la ofrenda que los peregrinos dejaban al acercarse al santuario camino del apóstol, opinión que encaja por otra parte con tradiciones en el histórico camino.

Los nuevos traen siempre nuevas fórmulas y nuevos proyectos y soluciones y a Olleros llegaron novedades junto al Tera y su canal y también quedó afectado el viejo camino del santuario y los trabajadores de la ampliación del citado camino con cierta satisfacción aprovecharon aquella oportunidad que aquel montoncito de cantos le ofrecía con tantas facilidades como generosidad.

Han pasado media docena de años y días pasados, la señora Paca, la del célebre bar La Trucha, una mujer entregada a su pueblo con toda clase de atenciones, que cuando le preguntas algún detalle no duda en convertir su contestación por sencilla que sea en un canto a su pueblo y a sus gentes, eso sí, sin olvidar su santuario. Fue Paquita quien me dio la noticia de este fenómeno o acontecimiento. Han comprobado como este mismo año como los anteriores la hierba no ha crecido en el entorno del círculo que ocupaban los desaparecidos cantos, enterrados en el camino del santuario.

Lugar de la aparición u ofrenda del peregrino, como nos recuerda el dicho popular, algo tiene el agua cuando la bendicen, y en este caso ese algo está ahí porque ni una sola brizna de hierba, según me cuenta, ha nacido a lo largo de estos años en el citado lugar.

Hay cosas que para explicarlas lo mejor, si se puede, es olvidarse de ellas, sin embargo hay otras que es totalmente imposible, y ésta sin duda puede ser una de ellas.