Santa Marta de Tera disfruta de esa joya del románico, eslabón de la cadena que parte del Naranco y pasa por San Miguel de Lillo o San Salvador de Valdediós y se posa en los templos zamoranos de Santo Tomé y San Cipriano, llegando hasta nuestra huerta de ricos ejemplares de los que a pesar de los pesares aún nos quedan, aunque milagrosamente, una veintena de templos.

Santa Marta es uno de esos ejemplares en los que cuaja la pureza del estilo pero que cuenta con un universo especial que se manifiesta en los equinoccios y que nos hace meditar.

Santa Marta ha recibido ese repaso adecuado a sus exigencias adaptando a los nuevos tiempos todo su inmenso potencial de posibilidades. Situada dentro de la red de caminos medievales, se constituyó en un auténtico miliario histórico, que conservado con gran cuidado constituye una auténtica referencia en especial de la historia del Arte con mayúsculas.

De las últimas reformas en su interior hay que recordar de manera especialísima dos importantes y además interesantes aportaciones obras del amigo Nazario, consistentes en dos grandes tallas de alto relieve de gran valor tanto por su acabado como por su significado.

La primera es un gran Pantocrator situado en el frontal del altar, hermosa y oportuna referencia a la época y que llena el profundo significado del lugar que ocupa y de la proyección en el tiempo que nos recuerda.

El segundo gran relieve está cubriendo la delantera del ambón y representa a Jesús con los discípulos de Meaux. Ambas tallas constituyen dos interesantes aportaciones al interior del templo, lleno de detalles que se dibujan en esos ricos capiteles.

El conjunto con el palacio episcopal adosado ocupa el hastial, el gran atrio que cierra el lado Norte de la iglesia con sus particularidades arquitectónicas y el Santiago que vigila y guarda su ya viejo camino desde su emplazamiento. El cementerio al lado sur nos permite contemplar la puerta del mediodía. El conjunto supone una evocación histórica y geográfica de primerísimo orden.

Santa Marta sigue cuidando y mejorando celosamente esa joya, pieza clave del arte hispano que escribió páginas a lo largo de siglos, sin perder ni los hábitos ni el rumbo, camino de ese mediodía al que siempre hemos querido llegar con la hora del Ángelus y la mesa puesta. Gracias, Nazario, y nuestra cordial felicitación y enhorabuena. Este singular templo zamorano sigue siendo una joya y una referencia del buen hacer y el respeto que se debe tener por las obras de arte.