El PP zamorano anda preparando su congreso provincial, a celebrar en junio, y que, ni que decir tiene, será un remanso de paz y tranquilidad. Tranquilidad dentro de lo que cabe, que tampoco cabe tanta con la crisis y los duros ajustes del Gobierno. O sea, que será un mero trámite, con Herrera y alguien más de la Junta y todo el mundo encantado de haberse conocido.

Naturalmente, Fernando Martínez Maíllo seguirá presidiendo el partido en Zamora, porque no ha habido ningún candidato más. Lo que era absolutamente previsible. El actual presidente, que lo es también de la Diputación, ha conseguido en estos ocho años de mandato amansar tanto las aguas, antaño siempre revueltas, que nada parece moverse en torno suyo. En la superficie, al menos. Pero olvida el sabio consejo de Aznar, predicando con el ejemplo, de no sobrepasar los dos mandatos.

Llegó Martínez Maíllo al partido y a la Diputación, con una tarea nada fácil por delante pero, en general, ha sabido y está sabiendo cumplir sus objetivos. El partido en la provincia, tras anteriores presidencias más o menos turbulentas y hasta caóticas, precisaba de alguien que le proporcionase estabilidad y solidez. Y la Diputación, por su parte, llevaba años prácticamente paralizada.

Y es ahí donde se manifestó el estilo y la dinámica de un político joven, muy comprometido con su tierra y que acumulaba ya una estimable carrera en la que se incluía su paso como diputado nacional. En el PP pronto supo unir facciones y corrientes y hasta la vieja guardia se adaptó, aunque con concesiones, a los nuevos tiempos y a las nuevas exigencias del guion. Su mandato, pues, está siendo fructífero en este sentido y su presidencia se manifiesta en términos discretos pero eficientes.

La otra cara de su labor política, en la Diputación, parece más irregular, pero marcada por el trabajo y el acierto en determinados aspectos, no en todos. En pocos meses puso en marcha la feria de muestras de La Aldehuela tras la irresponsable paralización de años, e inició un plan de obras en la deteriorada red viaria provincial, mejora que en la actualidad se deja sentir y que se va a continuar porque, obviamente, queda mucho por hacer. Otras actuaciones han sido discutidas y discutibles, en cambio, por alejarse de los fines básicos de la institución, como el mantenimiento de una sociedad de desarrollo que solo desarrolla pérdidas. Ahora, a la Diputación le toca pechar con los recortes económicos y deja los presupuestos a nivel de la década de los noventa, reduciendo las inversiones en los pueblos, lo que vendrá a demostrar también la alegría con que se gastaba antes el dinero público.

Con todo el poder en la mano: Gobierno, Junta, Ayuntamiento y Diputación de Zamora, el PP provincial tiene tarea por delante, aunque la crisis lastre la situación. Pero es como un reto que debe aprovecharse a favor de los intereses de una provincia que nunca acaba de arrancar, que se despuebla constantemente y que pierde muchas de sus energías y recursos en palos de ciego, para complacerse luego en la resignación y el autoengaño, a la espera siempre del maná.