Crecimiento parece que es la palabra mágica que todos los políticos invocan, da igual de izquierdas o de derechas, es necesario crecer para salir de la situación en la que nos han metido los mercados financieros, por tanto todo gira y está en función del capital financiero. La economía, dirigida por esos seres tan peligrosos llamados economistas, busca una salida a la crisis que beneficie fundamentalmente a los bancos, que son los que en definitiva la han provocado. ¡Qué círculo vicioso! Mientras los ciudadanos contemplamos atónitos el panorama y recibimos expectantes sus clarividentes mensajes, «hacemos lo que hay que hacer», transmitidos por boca de los políticos de turno, es decir, por sus acólitos. El pueblo comienza a observar cómo se va desmantelando poco a poco lo conseguido durante tantos años y a lo que no debemos renunciar jamás. Pero siempre encuentran justificación, en un sistema capitalista global, la economía se agrupa en ciclos económicos marcados por etapas más o menos periódicas de recesión. Es lo que hay, lo demás es negar la realidad. Y la izquierda, representada por la social democracia, desde que se alió con el capitalismo global, no encuentra ni respuesta ni salida a la situación planteada. Lamentable situación en la que nos encontramos.

Pero algunos sí pensamos que hay respuestas, pero es necesario buscarlas. En principio el crecimiento por sí solo no se sostiene, ni es garantía de una mayor cohesión social. El ejemplo claro lo tenemos en países emergentes como China, que con un crecimiento que rebasa el diez por ciento no garantiza en absoluto ninguna mejora social, al contrario, los mercados chinos están más preocupados en amasar dinero y expandirse por el mundo, que en la salud y la educación de su pueblo. El crecimiento salvará al sistema capitalista sumido en una fuerte crisis global, pero no al pueblo que en definitiva es el que sufre el rigor de la crisis del capitalismo, donde cada día que pasa el rico tiene más y el pobre tiene menos. Es la filosofía del sistema del dinero que no consiste en elevar el nivel de riqueza del ciudadano, que cada vez se encuentra más empobrecido, sino enriquecer a unos pocos, dejando bien claro que quien manda es Don Dinero. Para Ellos todo cabe y es justificable, menos la reflexión y el pensamiento, nos ofrecen una información confusa que recibimos atónitos, quién entiende que las ganancias se privaticen y las pérdidas se socialicen. Quién comprende que, no solo en Bankia, sino en otras muchas empresas, no se exijan responsabilidades a aquellos que han provocado la bancarrota y además se van con indemnizaciones millonarias. Es fácil llegar a la conclusión de que el crecimiento económico en estos últimos años es lo que ha conseguido es fortalecer al poderoso.

Ante esta situación por qué no gritamos «menos crecimiento, más pensamiento». Si el sistema actual es el único viable y no hay posibilidad de otras alternativas, como están empeñados en hacernos ver («Es lo que hay que hacer, no hay otra alternativa»), por qué no quieren que pensemos, que nos desengañemos por nosotros mismos de que no hay otra alternativa. O es que Ellos representan la única vía y cumplen órdenes no sea que el personal reflexione y se desmande. Ya va siendo hora de poner freno a esta situación que nos han impuesto y una de las armas más eficaces es el pensamiento, a través del razonamiento sin imposiciones podremos llegar a conclusiones que nos hagan más justos y libres. Don Miguel de Unamuno gritaba que «el silencio es la peor de las mentiras».