Al filósofo Kant le gustaba comer en compañía, pero sus invitados siempre eran más que las Gracias y menos que las Musas, es decir, más de tres y menos de nueve. Así, al parecer, la conversación nunca languidecía pero tampoco se dispersaba. No sé si la regla de Kant puede aplicarse a las cenas de Nochebuena, banquetes de boda, bautizos, cumpleaños, comidas de negocios, desayunos de trabajo o vermú de los domingos, pero sin duda debería ser obligatoria en las tertulias futbolísticas. Para hablar de fútbol sin que la conversación languidezca ni se disperse hacen falta más de tres y menos de nueve futboleros. Eso quiere decir que es inútil que usted, lector, discuta con ese compañero de trabajo que dice que el sentido de la vida es llegar a sumar cien puntos en el Campeonato de Liga, porque lo más seguro es que el diálogo termine en un monólogo iluminado, del mismo modo que no se puede hablar de fútbol en el descanso de un congreso de metafísica (suponiendo que haya más de nueve asistentes) sin que alguien saque a pasear la sustancia de Aristóteles. Más de tres y menos de nueve. Vale.

Si tres o menos de tres futboleros se reúnen hoy para hablar de fútbol, la conversación terminará languideciendo por culpa de la apasionante lucha en busca de la salvación que protagonizarán Villarreal, Granada, Rayo Vallecano, Zaragoza y Sporting. De acuerdo, el Sporting lo tiene fatal. Es verdad, lo del Zaragoza tiene mucho mérito. Ciertamente, la racha de derrotas del Rayo es preocupante. Pues, sí, nadie esperaba que el Granada tuviera tantos problemas al final. Ya está. ¿Qué más se puede decir? Nada, solo queda esperar y, mientras llega el domingo, hacer una porra para ver quién paga la primera ronda. Pero si nueve o más de nueve futboleros se reúnen hoy para hablar de fútbol, la conversación se dispersará porque uno querrá hablar del Madrid, otro de Messi, otro de Gastón Sangoy, otro de que sería una pena que un equipo con una camiseta tan chula como el Granada no esté la temporada que viene en Primera, otro de que es imposible que entre tantos jugadores de fútbol no haya ni un solo gay, y unos cuantos de la increíble capacidad del Atlético de Madrid de sorprendernos siendo como es siempre fiel a su tradición. Qué lío. Al final, alguno estará convencido de que Messi Sangoy es un madrileño que juega en el Granada pero que está a punto de fichar por el equipo gay del Atlético de Madrid. Lo mejor es organizar una tertulia kantiana. Si más de tres pero menos de nueve futboleros se reúnen hoy para hablar de fútbol, sin duda hablarán de lo triste que es un fin de semana sin fútbol. Se acaba la Liga, así que se terminan los sábados y domingos de goles y cañas al calor del bar, la grada o el sofá. Adiós a las páginas deportivas mojadas en café. Hasta luego, carruseles radiofónicos que sólo están de acuerdo en no estar de acuerdo en nada. Se acabaron las ruedas de prensa siempre a la defensiva de Unai Emery, las celebraciones de Ronaldo señalándose el muslo, los gestos de Ballesteros dirigiendo a la defensa del Levante, los cánticos en San Mamés. Si más de tres y menos de nueve futboleros hablan del fin de semana sin fútbol concluirán que, al igual que una empresa intenta conseguir el máximo beneficio para sus accionistas, un equipo de fútbol intenta regalar la máxima felicidad y emoción a sus aficionados. A diferencia de una empresa, un equipo de fútbol tiene alma, así que la rentabilidad del Atlético o del Zaragoza no se mide en títulos, goles o puntos. El alma del fútbol es la felicidad y la emoción que reparte cada fin de semana, así que la rentabilidad del fútbol es algo que sólo interesa a los economistas de la Escuela de Chicago, a los tipos que ponen la pasta para los fichajes y a los que ven el fútbol como un medio duro y no como un fin blando.

A nosotros, más de tres y menos de nueve futboleros que ya estamos pensando en la Eurocopa, la Escuela de Chicago nos importa un pimiento. Los dueños del fútbol no tienen alma, pero el fútbol tiene alma, corazón y vida. Incluso cuando no hay fútbol.