El campo respira, se nota. Las lluvias de abril han puesto patina de limón sobre los sembrados. El horizonte ha recobrado el perfil que se diluyó entre los fríos secos del invierno. Ahora, si salen fuera del cerco artificial que dibujan las piedras y hormigones, verán crecer la vida. Huele a plenitud y si hurgan en la entraña de la tierra verán el molledo caliente, pleno de terciopelo, dispuesto para empujar la vida.

La línea verde que relaja la vista perdida no es uniforme, hay varios tonos de colores. El verde oscuro del trigo cabalga sobre el verde espolvoreado de marfil de la cebada y, al lado, en la cresta, una manta de flores amarillas.

Así es este año. Las lluvias de abril han desenmascarado a los labradores menos profesionales. Los 65 litros por metro cuadrado de media caídos desde que se inició el mes han puesto a cada uno en su sitio.

Va a ser envidioso este 2012. Junto a parcelas relucientes, hasta exuberantes, hay (y más se notará dentro de unas semanas) sembrados ajados y floreados que más parecen jardines de velloritas que de cereal. El buen agricultor, sobre todo el que sembró tarde, va a tener su recompensa. Y quien dejó en la tienda de fitosanitarios el herbicida y en el almacén el abono, no va a cosechar más que paja (y poca).

Otra vez la naturaleza nos ha dado una lección. Cuando ya preparábamos el entierro del campo, ha aplicado el bálsamo y ha revitalizado al enfermo, al que dábamos pocas semanas de vida, y lo ha puesto a la carrera. Es difícil augurar cómo va a ser la cosecha, porque el tiempo es una mimbre en tarde de temporal, y lo que ahora es algo mañana puede esfumarse en un golpe de calor, pero el cambio ha sido espectacular. Y la muerte de hace un mes se ha vestido ahora de carnes rollizas y saludables.

He hablado con cerealistas y aún poniendo por delante un velo de cautela, han cambiado el rictus de su cara. Ya no maldicen, ya no miran al cielo con aire retador. Ahora hasta hacen cuentas: «Cuatro mil kilos por hectárea de rendimiento en secano y a 50 pesetas kilo (ellos siguen hablando en pesetas, y qué razón tienen, que el euro nos ha llevado a la ruina que ahora vivimos) son 200.000 pesetas; no está mal ja, ja...». Pero lo dicen en broma, claro. Porque saben que aquí no valen cuentos de lechera y que el campo invita al soliloquio y al pesimismo.

Los precios del grano están engallados por los movimientos especulativos, pero algo les tocará a los cerealistas de andar por casa. Desde luego menos contentos están los ganaderos, que pagan -con creces- las subidas de trigo y cebada en los piensos compuestos y tiemblan cuando miran las cotizaciones de la Lonja.

Abril ha puesto las cosas en su sitio y conducido los cultivos al ralentí. Ahí están las viñas, todavía sin vestir. «Por la santa Cruz, la viña relú». De eso nada, este año la mayoría de los brotes siguen encapsulados. Y es que ya se sabe, estamos en recesión.