La ermita de la Virgen de la Guía en la margen izquierda del río a la salida del Puente de Piedra, la Puente Mayor como se conocía desde que el rey Alfonso VII, el emperador de las dos religiones, 1126 -1157, le concedió a la ciudad esa infraestructura vital cuando ya había desaparecido hacía más de dos siglos el puente romano y el Duero se había llevado el anillo de San Atilano y junto a él la ermita dedicada a la Santísima Virgen bajo la advocación de la Guía. La tradición la encontramos aguas arriba del Duero en otras villas y siempre o casi siempre bajo la custodia y el disfrute de los derechos de portazgo a favor de un monasterio, de religiosas, Zamora y Tordesillas como ejemplo.

Desaparecida la ermita cuando se realizan las reformas del puente en los primeros años del pasado siglo XX, el culto pasa a la cercana iglesia del Sepulcro donde se ha venido cuidando con verdadero celo este recuerdo histórico y espiritual en cada día Primero de Mayo de cada año, a la vez que nos trae a la memoria la rica tradición zamorana de esa margen izquierda, tierra de nadie en los tiempos duros y difíciles de los primeros siglos de la reconquista.

Ocho ermitas, dos iglesias, cuatro monasterios, Dominicas, Jerónimos, Franciscanos y las Damianitas de Santa Clara, constituyen todo un testimonio vivo que marca un estilo, unas formas y deja un recuerdo histórico permanente que constituye un patrimonio vivo y permanente.

La procesión tradicional llega hasta el Puente en recuerdo de su desaparecida ermita. La Gobierna anuncia a todos los vientos la fama y el honor de los zamoranos, fama y honor en entredicho a la vista de lo que la historia nos cuenta y vemos en ese día a día que parece querer aplastarnos.

Pero la tradición ha seguido manteniendo vivo ese rescoldo espiritual a pesar de todos esos avatares que suelen llegar y afectar a los pueblos sin previo aviso, aunque hemos de tener en cuenta que hay siempre gestos y movimientos muy concretos y definidos que hay que tener siempre presentes. Tras el Cristo de Valderrey y la Guía vendrá el Santo Cristo de Morales, como si los campos yermos quisieran embellecerse en el mayo florido y hermoso de nuestro refranero.

Y como despedida y recuerdo en esta fiesta estará siempre presente la figura imborrable de Calero, que durante décadas y décadas fue algo así como fiel servidor de la Reina de la margen izquierda del Duero, la Guía que nos lleva y nos trae con toda esa carga que los siglos han ido dejando a las orillas del río.

Que esa Guía que nos legó la historia despeje las nieblas del Duero y nos permita seguir sin problemas esos caminos que nos dejó la historia y por los que tantas veces andamos perdidos. Virgen de la Guía, oriéntanos.