En esa ideología militan por igual políticos de izquierdas y de derechas. Pocos son los que pueden tirar la primera piedra sin temor a que se vuelva contra ellos. Uno de los padres de esa ideología, aunque no el único, es Jaume Matas. La ciudadanía celebra la condena a seis años de cárcel del expresidente balear. Puede convertirse en el primer mandatario autonómico en ingresar en prisión. Alguno que otro se ha ido de rositas, aunque todavía se puede recuperar el tiempo perdido en decidir qué hacer con la corrupción amasada por tantos.

El horizonte penal de Matas lejos de despejarse se ennegrece más. Todavía pesan sobre su trayectoria presidencial causas abiertas que reflejan en su conjunto la vergonzosa realidad de lo que fue durante tantos años el gobierno de las islas baleares a merced de políticos corruptos que pusieron a disposición del cargo los dineros públicos para pagar favores, comprar loas y favorecer a familiares y amigos. Un contubernio que ha quedado al descubierto para vergüenza de quienes no la tienen.

No es que la Justicia patria se dé mucha prisa, avanza lenta o por lo menos esa fama tiene, pero las sentencias van cayendo, van llegando, aunque no a todos, esa es la pena. El Gürtel es más intrincado y tiene más «gürtelanos» que ni van a ser tocados por el dedo de la justicia. Como tampoco lo van a ser todos los implicados en los ERE de Andalucía. Guerrero y su chófer, el que se gastaba 25.000 euros mensuales en cocaína para el jefe y para él, son dos piececitas sin importancia. Los que consintieron, los que callaron, los que taparon se van a librar de la vergüenza de sentarse en el banquillo y de todo cuanto trasciende a la prensa, porque nadie tiene «cataplines» suficientes para dar nombres e imputar ante las pruebas más que evidentes.

A la justicia patria no le puede pasar desapercibida la impunidad con la que los políticos adscritos a la Junta de Andalucía, arbitraban medidas para que 700 millones de euros de dinero público escaparan al rigor del control administrativo. A los que nada tenemos nos incomoda reparto tan vergonzoso, pero lo que nos saca de nuestras casillas es saber a ciencia cierta que con ese dinero se compraban regalos para familiares y amigos, se invertía en drogas y alcohol, se pagaban costosas comidas y hasta juergas con prostitutas. Allá cada cual con su modo de vida siempre y cuando no esté subvencionado con dinero público.

Me parece injusto meter a todos los políticos en el mismo saco. Pero tampoco se puede sacar del mismo a los que ya están metidos tras comprobar sus fechorías. Sé que hay políticos de probada honradez, sé que hay políticos sin tacha, con vocación de servicio público, cuyo trabajo está presidido por la transparencia y la limpieza más absoluta en la gestión de los recursos. Me duele saber que a lo mejor son los menos o es que quizá los corruptos hacen más ruido y por eso.

Los de abajo, que somos los ciudadanos, estamos esperando que los de arriba, que son los políticos, nos den lecciones de honradez, no solo de palabra, sino con hechos. Para ello deben emplearse a fondo si quieren desprenderse de ese marchamo de corrupción que les acompaña y mancha su hoja de servicios y que se inicio a causa de la ideología del despilfarro que cuenta con tantos adeptos y adictos.