Aunque la Semana Santa está ya a la vuelta de la esquina, y aunque como cada año tras la tempestad vendrá la calma, y las procesiones se celebrarán con el mismo esplendor de siempre en Zamora, lo cierto y verdad es que continúa la guerra abierta y declarada entre la Junta de cofradías, como órgano rector, y algunas de las mismas cofradías, y el Ayuntamiento de la capital, a cuya alcaldesa y también a cuya Sociedad de Turismo en fase de disolución culpan directa y rotundamente de la falta de liquidez por falta de subvenciones oficiales que atraviesa de manera muy aguda la celebración, que es la única que, en realidad, atrae un turismo masivo a la ciudad.

Tanto es así, a tanto ha llegado esta vez la crispación, que la cofradía ha dirigido una petición expresa de diez mil euros a la Alcaldía si se quiere que la procesión del Viernes Santo vaya acompañada de sus bandas de música como es tradicional. Alegan la disminución y el atraso con que desde la institución local se atiende a las necesidades de la Semana Santa, algo en lo que evidentemente llevan razón, porque no son de recibo los recortes que el actual Ayuntamiento viene realizando a lo que representa el mayor y único acontecimiento zamorano de cara a toda España. Y personalizan las culpas en Rosa Valdeón que, por cierto, y pese a sus esfuerzos, no ha conseguido sintonizar todavía con amplios sectores de la sociedad zamorana, incluso de la órbita de su partido.

Naturalmente la respuesta municipal ha sido contundente además de rápida. No se dará un euro más de lo presupuestado, ni al Santo Entierro ni a nadie. Eso sí, se procurará pagar ya mismo la subvención? del año pasado: 63.000 euros. Del año pasado. Lo que demuestra, evidentemente, cómo están y cómo funcionan las cosas en el Ayuntamiento, pese a la mayoría absoluta de que ahora disfruta el equipo de gobierno. El portavoz, el concejal Francisco Javier González, se ha mostrado indignado por la propuesta, ha acusado de egoísmo a los dirigentes de la cofradía y hasta les ha pedido, pasándose un poco, lealtad institucional, algo que no se entiende muy bien, a no ser que se refiera al hecho de que las autoridades locales se dignen asistir, de figurones, a las procesiones y otros actos.

Con todo, lo que más ha llamado la atención de la respuesta del edil es su acusación de caciquismo al asegurar que hay determinadas personas y familias que quieren gobernar la Semana Santa y adquirir un protagonismo absolutamente impresentable cuando llegan estas fechas. Realmente, González se ha atrevido a decir lo que muchos zamoranos piensan, llevan años pensándolo, y dicen en privado. Zamora es, sigue siendo, un lugar donde el caciquismo más rancio continúa existiendo, y se deja sentir a todos los niveles. Así está la ciudad y la provincia, que en el año 2012 continúan sin levantar cabeza, a la cola de cualquier cosa. Porque si de caciquismo habla el concejal no puede dejar de tenerse en cuenta el denso caciquismo o neocaciquismo que ejercen de forma descarada los partidos y sus políticos. O sea, que sería aquello del: apártate que manchas, dijo la sartén al cazo.